Los caminos que llevan a ‘Ágora’

 Hacer una película de época con aspiraciones de superproducción es un trabajo complicado que conlleva muchos peligros. Y, por lo que hemos visto en el teaser de Ágora, Amenábar podría haber sucumbido ante muchos de ellos. Y me refiero exclusivamente al aspecto visual y artístico; no dudo que, al igual que fue capaz de no convertir la historia de Sampedro en un telefilme, algo parecido ocurrirá con esta historia que en principio parece tan tópica. Sin embargo, lo poco que hemos visto no deja entrever grandes aciertos en lo que se refiere a la dirección artística. De momento, aventuro algunas hipótesis, que veremos si finalmente se cumplen.

El primer problema es que lo que vemos recuerda a demasiadas cosas: Sinuhé el Egipcio, la Cleopatra de Mankievich, Gladiator o, incluso, referencias menos ilustres: telefilmes tipo “Grandes relatos” o videojuegos como Age of Empires. Las versiones digitalmente perfectas de la antiguedad, llegados a la cumbre de la modelización 3D, tienen ese inconveniente: por mucho esplendor tecnológico que alcancen, hace tiempo que llegaron a su tope y la renovación estética se ha quedado algo estancada.  Recrear una época que hemos visto tantas veces en tantas partes supone el reto de no repetir lo que otros ya han hecho. Amenábar, que es un gran creador de atmósferas, debería ser capaz de hacerlo; esperemos que sus ansias por hacer gran cine no devoren su hasta ahora enorme creatividad visual, y que haya algo más que esas arquitecturas perfectas sacadas de un libro de texto.

Lo curioso es que el equipo que ha elegido Amenábar para llevar a cabo la creatividad más “artistica” de la película cuenta con nombres muy estimulantes y que prometen una buena carga de originalidad. Al frente de este departamento está Guy Dyas, que tiene en su haber la dirección artística de cintas tan exigentes como la última de Indiana Jones o la muy sorprendente Elizabeth: La edad de oro que, si por algo valía, era por sus momentos bollywoodienses, sus estampas hagiográficas, sus descarados y barrocos símbolos y, sobre todo, su excesivo y muy romántico vestuario que convertía cada aparición de Cate Blanchett en un photoshoot de Galliano. Esperemos que algo de este exceso contribuya a hacer Ágora más interesante. El vestuario de la película, de todos modos, está a cargo de Gabriella Pescucci, todo un peso pesado de figurinismo que ganó el Oscar por La Edad de la Inocencia y que estuvo nominada por el despliegue de imaginación de Charlie y la Fábrica de Chocolate, de Burton, que no habría sido la misma sin los atuendos futuristas (y un poco Michael Jackson) de Willy Wonka,  y los trajes de chaqueta de las abnegadas secretarias Oompa Loompa.

Llegados a este punto, estos son, a mi entender, los dos posibles escenarios:
 
El bueno: que Amenábar se dejase llevar por el lado más heterodoxo de estos creadores y contribuyera a convertir el viaje a la Alejandría de la Antigüedad en algo que no hubiéramos visto infinitas veces en infinitas películas.

El malo: que Amenábar repita los tópicos del cine de época y nos presente un filme a lo grande, pero tan plano y previsible en lo artístico como las últimas producciones en este campo (Troya, sin ir más lejos).

Por lo que hemos visto, ambas posibilidades son factibles. Mi yo pesimista me inclinaría por la segunda. Sin embargo, mi yo optimista me dice que Amenábar nunca ha decepcionado (al menos visualmente). Habrá que darle un voto de confianza.