‘It Follows’: del sueño adolescente a la pesadilla adulta

El género que alterna el susto y el grito sobrevive de su autoinfligido agotamiento (resultado de la repetición de sus propias convenciones, clichés e incluso reglas para sobrevivir) gracias a esporádicos desmembramientos y malabarismos con los tópicos que lo definen, y que consiguen, no solo insuflar de vida a un terror cada vez menos terrorífico, sino que también logran asustar, precisamente por ser más conscientes y huir de lo esperado, a una audiencia que va más allá de los aficionados más fieles a la transfusión hemoglobínica de turno.

Si a mediados de los 90, Wes Craven y Kevin Williamson ventilaron el subgénero slasher, que tuvo su auge entre finales de los 70 y principios de los 80, con el paródico Ghostface asediando a los cinéfilos habitantes de Woodsboro en la tetralogía Scream; y, hace tres años, Joss Whedon y Drew Goddard subvirtieron las expectativas del público más experto en materia mezclando tradicionalidad con novedad gracias a La cabaña en el bosque; ahora es David Robert Mitchell (Michigan, 1974) quien ha tomado el testigo, escondido para sorprendernos con su propuesta, regocijándose en la dimensión desconocida, y, al contrario que los anteriores, sin apenas tener que recurrir al humor o la parodia para mostrarse ingenioso y confidente con el que mira la ficción buscando salir de su zona de confort peliculera.

El realizador ha trasladado al cine su pesadilla infantil más recurrente, un mal sueño por el que todos hemos pasado en alguna noche febril: algo o alguien nos persigue. Ese miedo compartido, sobre todo en la tierna infancia, se reproduce como un terror abstracto y emocional que no descansa y que convierte a IT FOLLOWS en una experiencia atemporal, hermosa y aterradora… como el salto al vacío de la adolescencia a la madurez. Y cuando uno despierta de esta golosina pesadillesca, la primera reacción natural es compartirla, como otro mal sueño, porque IT FOLLOWS se queda adherida al encéfalo y así es como se está convirtiendo en un evento social o, en una plaga. La cadena humana de víctimas que vemos en pantalla continuará contagiándose al propio espectador, que infectado de IT FOLLOWS experimenta la perentoria necesidad de transmitirla, con lo que butaca a butaca la cinta se propaga en un simulacro de la infección que acontece en pantalla alcanzando los niveles de una pandemia y de una cinta de culto. *Tú la llevas:

*[Toma precauciones, contiene SPOILERS]

EL ¡SUSTO! ADULTO

Jamie ‘Jay‘ Height es una chica de 19 años que tras un encuentro sexual con un chico “nuevo” comenzará a sentir que algo o alguien la persigue. Maika Monroe, encantadora compañía en The Guest, interpreta a otra «pubescente» tan deseosa como deseada, con una revolución sexual eclosionando en su interior: ya puede salir con chicos e ir a dar una vuelta en el coche con ellos. Lo que, en muchas ocasiones, en el cine de terror implica: entrar en la zona de peligro una vez nos desprendemos de nuestra cándida inocencia y metemos la patita en el mundo +18 (+21 en Estados Unidos).

SEXO… EN LA “SEGUNDA” CITA

Porque el código de conducta para sobrevivir en una “horror movie”, tal y como nos recordaba el erudito Randy en Scream, nos insta a que evitemos el sexo, por muy irresistible que parezca. Esa sesión golfa en la segunda cita es el catalizador de IT FOLLOWS. Tras el encuentro sexual, Jay experimentará por primera vez su propia mortalidad al ser la siguiente en una maldición que se transmite con un revolcón. Nuestros padres ya no pueden protegernos del peligro ni de nosotros mismos y nuestras decisiones, y los jóvenes también mueren -antes de tiempo-. Así, el pánico se manifiesta a través de la hipersexualidad/promiscuidad, comportándose como una ETS con visos de maldición gitana: el miedo y la paranoia se apoderan de Jay. Tener sexo dentro de una película de terror suele ser una ofensa que se convierte en amenaza: equivale a muerte. El sexo nos hace vulnerables, puede convertirse en una conexión extraña entre desconocidos, y volverse en contra de uno mismo.

Por ejemplo, Cherry Falls le daba la vuelta, y organizaba una orgía de última hora para escapar de un asesino caza vírgenes. En esta ocasión, el sexo no solo es la vía de transmisión, sino que también, la solución para deshacerte del castigo adquirido: pásalo. Si bien parece que Mitchell no ha querido hacer un discurso sobre el celibato, al final del visionado podríamos concluir que la yuxtaposición de encuentros más y menos casuales, insatisfactorios, confusos, provocados por la incontrolable sed de la pubertad, y que se suceden sin parangón tras nuestro primer beso, pueden convertirse en un error fatal de proporciones bíblicas.

 “ESO”: 

Avanza lento pero nunca se detiene. Podría ser cualquiera de entre toda la multitud, pero solo es uno. Y solo lo ves tú, y aquellos que ya estén contagiados. Persistente, no se cansa, y te sigue. La semilla de nuestro miedo apunta hacia lo desconocido, esas sombras de nuestro conocimiento. Poco más sabemos de “Eso”: su apariencia es infinita, reconocible o desconocida, lo que supone un ingenioso recurso para seguir produciendo una fuente inagotable de sobresaltos. Incluso, si te contagias, tú también te conviertes en un “monstruo” que trae la muerte consigo y acelera el final de los demás. Un caramelo asesino que se va pasando de uno a otro como aquella cinta de video maldita en la japonesa Ringu.

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Mitchell juega con lo que no vemos, aquello que queda fuera de la pantalla, eso que buscan nuestros ojos, e imaginan, poniéndose en lo peor. Los márgenes exteriores de la pantalla alertan, y debemos buscar en la distancia, qué hay ahí. Es la esencia del encuadre onírico: siempre se nos escapa algo en ese escenario soñado. En tiempos en los que abusamos del detalle, IT FOLLOWS juega con la sugestión de lo indeterminado.

AQUELLOS / MARAVILLOSOS / AÑOS

Para incrementar nuestra zozobra, Mitchell ha contado con Disasterpeace AKA Rich Vreeland, quien se suma a esa reciente moda de compositores como Steve Moore (Zombie, The Guest, Cub), Jonathan Snipes (Starry Eyes, Room 237) o Jeff Grace (Cold in july) que tiran de una inquietante electrónica muy al estilo de los 70 y 80 para ambientar el género, en este caso, firmando una BSO con predominio de sintetizadores muy a lo Carpenter para acompañar el viaje de la pandilla (de Los Cinco a Los Goonies) en una decadente ciudad de Detroit.

Nostalgia-retro pero refrescante: IT FOLLOWS emana el clima de Halloween (el uso del formato scope, la profundidad de campo, los planos-secuencia, el pequeño pueblo de Haddonfield con esa comunidad aparentemente segura que no precisa proteger sus parcelas con vallas) y de Pesadilla en Elm Street (se respira la amenaza mientras los jóvenes aprovechan la ausencia parental para fornicar y beber alcohol creyéndose comportar de forma adulta y responsable). Además, Mitchell reconoce sus influencias en clásicos como La noche de los muertos vivientes, La mujer y el monstruo, La cosa, La invasión de los ultracuerpos, y hasta Paris, Texas. Sin embargo, el director funde ese pasado con un tiempo nuevo y original para subrayar un espacio temporal indefinido y único. Para ello, Mitchell cuela un artilugio creado expresamente para la película en el que pasado y futuro se concretan en un retro-futurista lector electrónico con la apariencia de una concha rosada (del “Cell phone” al “Shell phone”), inseparable gadget de Yara, personaje secundario pero con un papel clave: interpretarnos en pantalla ese agitado sueño con sudores fríos que es  IT FOLLOWS.

MORITURI TE SATULANT (LA ZONA OSCURA)

No sabemos muy bien a qué tememos y de qué escapamos. Y puesto que también nosotros crecemos amedrentados por no saber a dónde nos dirigimos ni qué implica nuestro “The end”, IT FOLLOWS se eleva como un discurso de terror realista-existencialista apoyado, además, por la lectura alegórica que Yara comparte con nosotros desde su dispositivo: acudiendo a Dostoievski y El idiota, obra que, entre otros temas, nos habla de la moral, la fe y la religión.

Mitchell se ha fijado en ese nudo en el estómago que a una gran mayoría nos provoca la sensación de inevitabilidad e inminencia de nuestra muerte. Al fin y al cabo solo estamos corriendo en contra del tiempo que nos queda. Ese descuento vital es nuestra mayor bendición (pudiendo engendrar otras vidas) y maldición (de una generación a otra):

“When there is torture, there is pain and wounds, physical agony, and all this distracts the mind from mental suffering, so that one is tormented by the wounds until the moment of death. And the most terrible agony may not be in the wounds themselves but in knowing for certain that within an hour, then within 10 minutes, then within half a minute, now at this very instant—your soul will leave your body and you will no longer be a person, and that this is certain. The worst thing is that it is certain”.

La vida es sueño… e IT FOLLOWS se nutre de los enigmas de la existencia humana para construir una hermosa representación sobre nuestra condición y condiciones, que, gracias a su mimesis en clave sobrenatural, se acopla a nosotros tras el visionado para acompañarnos en ese día a día que sin embargo, sí que puede acabar, sin previo aviso, reglas o sentido, en cualquiera de esos instantes que componen nuestro paso por el mundo de los vivos.

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