Oscatlón 2017: Mejor dirección

Interesantísima la selección de realizadores que ha hecho la Academia: dos jóvenes directores como Damien Chazelle y Barry Jenkins, un reputado guionista que vuelve a maravillarnos como director (Kenneth Lonergan), el genio que viene del país del norte (Denis Villeneuve) y un actor que regresa como director mejor que nunca (Mel Gibson).

Denis Villeneuve por La llegada

Cuesta creerlo, pero esta es la primera nominación de Denis Villeneuve. No es que haya habido muchas ocasiones porque esta es sólo su sexta película como realizador y la tercera que rueda en Hollywood, pero es que su corta filmografía atesora títulos como Incendies, Prisioneros o Enemy, es decir, tres obras maestras a las que se añade ahora una cuarta: La llegada (Arrival), una cinta con la que Villeneuve ha logrado madurar la vuelta de rosca que el cine de ciencia ficción estaba buscando en los últimos años. El quebequés, apoyado en un extraordinario guión, un departamento de arte inspiradísimo y unos pocos actores sensacionales, hace que nos replanteemos nuestro espacio-tiempo en una película que hila finísimo entre el cine de extraterrestres, el de aventuras y el de autor, no cambiando de tono sino encontrando un delicado  punto en común entre todos ellos. La capacidad de Villenueve para invitar a la reflexión al tiempo que sabe emocionarnos y mantenernos en tensión es única y la ha convertido ya en uno de los grandes creadores de nuestra época. Una pena que La llegada haya coincidido con una película-fenómeno como La La Land porque es lo mejor del año. Fernando de Luis-Orueta

Mel Gibson por Hasta el último hombre

Decíamos hace unas semanas, antes de entregarse los Globos de Oro, que la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood había recibido con cariño la última película de Mel Gibson (2 nominaciones, 1 oscar), pero las tres nominaciones de los Globos de Oro, que a la hora de la verdad se quedaron en nada, no son nada comparadas con la media docena de estatuillas que podría llevarse si hiciese pleno en estos Oscar. Los académicos sí quieren a Mel. Y no es gratuito, ojo: Hasta el último hombre es la horma de su zapato. La historia real de un soldado pacifista que va la guerra para salvar vidas no podía salirle mal. Gibson es un señor que puede tener muchos defectos extracinematográficos en los que no vamos a entrar aquí, pero a estas alturas nadie duda de su buena mano a la hora de manejarse detrás de la cámara: las escenas de batalla y el largo rescate en Hacksaw Ridge están rodadas con maestría, y aunque es cierto que personajes como los de Vince Vaughn o Hugo Weaving están bastante estereotipados y los hemos visto mil veces antes, la dirección de actores es acertada y eso es mérito suyo. Ahora bien, en una carrera en la que los protagonistas con Chazelle, Jenkins y Lonergan, la de Mel es una nominación que, como las otras cinco que acumula Hasta el último hombre, ya debería saberle a premio. O, como mínimo, a reencuentro prometedor. Bernardo Pajares

Damien Chazelle por La ciudad de las estrellas (La La Land)

El niño prodigio de Hollywood se bate en el último asalto de la temporada. Con treinta y un años, Damien Chazelle se enfrente a su segunda (¡segunda!) nominación al Oscar. Ya ha conocido las mieles de ser un guionista nominado en Whiplash, ahora llega el momento de enfrentarse a los premios más importantes del cine como director. Parece que Chazelle y su destreza técnica a la hora de elaborar infinitos planos secuencia, componer hermosos encuadres y retratar el sueño americano no van a necesitar una tercera oportunidad para vencer. La La Land llega sabiéndose bien posicionada a esta noche crucial, y no le falta razón; pero tiempo atrás quedan las corrientes de opinión ultra favorables, los premios conseguidos semana tras semana y la euforia generalizada por el musical moderno. Ahora, con un poco más de tiempo por delante, La La Land tiene la oportunidad de refrendar ese prestigio tan incontestable como efímero del estreno. Esperemos que así sea. Pablo López

Kenneth Lonergan por Manchester frente al mar

Una de las cosas que llama la atención más poderosamente en Manchester frente al mar es la manera paulatina en la que va introduciendo al espectador en el drama y en el dolor de su personaje principal, al que no tiene ningún reparo en presentar como alguien desagradable, hosco e incluso violento. Esto, en un clima invernal, poco apacible, en una ciudad inhóspita y un poco inhumana. Tan invernal, sombría y fría como el tono que Kenneth Lonergan (4 nominaciones, 0 oscar) imprime a la película, un tono que se va calentando por donde menos se espera: la relación de Lee (Casey Affleck) con su sobrino Patrick (Lucas Hedges), un adolescente que acaba de perder a su padre (es decir, que tampoco está en el mejor momento de su vida), no sólo proporciona momentos de verdadera hilaridad. La confianza y el cariño que va recuperándose entre ellos se va apoderando de la película y se convierte en el único asidero de esperanza y de recuperación de Lee, que aunque se siente incapaz de cuidar de su sobrino, no le cierra las puertas ni se las cierra a él mismo como ser humano. Lonergan nos introduce en el dolor insuperable, paralizante y atenazador de Lee mediante flashbacks que nos cuentan lo justo de cómo era Lee antes de la tragedia vivida en el pueblo (un joven esposo y padre de familia, afectuoso y juguetón con sus hijos y mujer, pero inconsciente e irresponsable) al que ahora, tras la muerte de su hermano se ve obligado a volver para reencontrarse con el pasado, un reencuentro mental que se materializa en la figura de su ex-mujer Randi (Michelle Williams).  Esos flashbacks sirven además para trazar, con la trama presente, dos líneas temporales y emocionales que en un punto determinado convergen, explican y dan coherencia a lo visto y lo que queda por ver, que es la única vía plausible de solución. Y todo esto sin caer en ningún momento en el exceso emocional; no necesita el recurso a una gran escena de dolor con gran explosión emocional. Incluso los momentos que se prestarían a ello quedan subrayados con notas irónicas al margen que frenan y ponen distancia, para mantener ese tono sombrío y en clave menor que recorre la película y que, pese al final esperanzador, deja un poso de tristeza irresoluble que quizá es lo que impida que Lonergan se lleve la estatuilla en estos tiempos que corren. María Pérez

Barry Jenkins por Moonlight

Barry Jenkins ha conseguido gracias a su segundo largometraje, Moonlight, sus dos primeras nominaciones al Oscar, tanto por el libreto de la película, adaptación de una obra original de Tarell Alvin McCraney -con quien comparte nominación-, como por su trabajo como director. Barry Jenkins ya ha hecho historia en esta edición de los Oscar: Moonlight es la primera película firmada por un director afroamericano que consigue estar presente en las categorías de mejor película, mejor director y mejor guión, un techo de cristal que ha tardado en romperse la friolera de 89 años. Jenkins imprime en Moonlight su forma de ver el mundo, y lo que supone crecer siendo un hombre negro y gay en una sociedad que no le ha puesto las cosas nada fáciles. Él mismo confesaba que, gran parte de la magia de la película, es que la gente que la ver no imagina que Chiron -el joven protagonista de la película, al que vemos crecer durante tres etapas de su vida- va a crecer y va a conseguir dos nominaciones a los Oscar. Esta personalización del relato hace que Jenkins haya firmado un largometraje intimista, directo, cercano y profundamente bello. Su trabajo tras las cámaras es digno de hacerse con el galardon al mejor director y sería un más que honroso ganador, si no fuera porque le ha tocado competir contra un joven oriundo de Rhode Island que también está llamado a hacer historia la noche del domingo y que, casi con toda seguridad, será quien se lleve el gato al agua. Alan Dameron

Ganará: Damien Chazelle por La ciudad de las estrellas (La La Land)
Debería ganar: Damien Chazelle por La ciudad de las estrellas (La La Land)
Molaría que ganara: Denis Villeneuve por La llegada