Cómo sobrevivir a ‘Cómo sobrevivir a una despedida’

La segunda jornada del certamen nos ha traído dos cintas tan dispares como desastrosas. Cómo sobrevivir a una despedida,  el debut en el largometraje de la nominada al Goya Manuela Moreno, un pastiche palomitero sin gracia que ha completado la mañana con Matar el tiempo, la última película de Antonio Hernández que ha resultado ser un tedioso ejercicio de thriller con nuevas tecnologías totalmente carente de ritmo y que no aporta nada nuevo.

Cómo sobrevivir a una despedida es una de las apuesta de Atresmedia para la primavera (de hecho llega a los cines este mismo viernes) que, con la nominada al Goya Manuela Moreno tras la cámara y un solvente reparto equilibrado entre conocidos y noveles, pretende llegar al público más joven. Huelga destacar según qué vertientes de una película como esta, ya que la cinta funciona como producto comercial para multicines, una película de palomitas y refresco que no tiene mayor pretensión que la de entretener y hacer pasar un rato divertido… si no fuera porque el humor de la película no funciona.

Forzados intentos de conseguir la risa fácil dejan entrever las costuras de una comedia diseñada con tiralíneas que resulta cercana en los momentos más insospechados y asombrosamente lejana en los más básicos; y sorprendentemente, pese a su actitud deliberadamente transgresora y moderna, incluye una enorme batería de bromas rancias y abigarradas que son cualquier cosa menos actuales. La ganadora del Goya Natalia de Molina (omnipresente en esta edición del Festival de Málaga) es la cara más visible que construye un deslavazado papel lejos del encanto que la alzó con el cabezón. Del reparto solo cabe destacar el esfuerzo titánico de los secundarios por normalizar la situación y salvar lo insalvable, pero que resulta insuficiente y acaba haciendo aguas por todos los costados.

Premisa tecnológica

La otra película de la sección oficial del día es Matar el tiempo, la última cinta dirigida por Antonio Hernández que cuenta la historia de un hombre de negocios casado y de historial envidiable que una noche decide contratar los servicios de una prostituta y acaba salpicado por sus problemas con la mafia. Lo más original de la propuesta es, sin duda, su apuesta por visualizar una parte de la acción a través de la pantalla del ordenador que une al personaje de Ben Temple con el de Esther Méndez, a través del cual establecieron su primer contacto. Una premisa tecnológica que, como ya ocurre en otras películas con elemento de nueva tecnología en el discurso, obliga a ciertos tipos de licencias que el espectador tiene que asumir si quiere entrar en la narración.

Por lo demás, aunque la historia, sin ser nada original, es bastante solvente, las decisiones de montaje que alargan la narración innecesariamente (más flagrante aún cuando hablamos de un thriller) y el retrato de los secundarios, que de poco apurado rozan la caricatura, son dos grandes lastres que colaboran a que la atención del espectador se distraiga o incluso se canse de ver algo que, además, tampoco aporta ninguna novedad. Rutinaria y prescindible, Matar el tiempo supone una de las primeras apuestas del palmarés que queda en tierra de nadie cuando el fin de semana suele ser terreno de las cintas potentes, esperemos a ver que nos depara la semana.