La revolución de las mantillas, dramas y dramitas

Tres películas bien diferentes conforman la quinta jornada competitiva del Festival de Málaga: un drama social brasileño, una comedia sobre la Semana Santa y una pequeña historia sobre el arrasador efecto del tiempo sobre las amistades.

La voz del silencio, la primera representante brasileña a concurso en esta edición del festival malagueño, es un potente mosaico social sobre la crisis ambientado en la caótica ciudad de Sao Paulo. El drama escoge las vidas de varios de sus habitantes y las examina durante los días previos a un gran eclipse de luna, primero por separado hasta que poco a poco van cruzándose y mezclándose: una joven aspirante a cantante que sobrevive bailando en un club nocturno, un viejo locutor de radio al final de su carrera, un joven seropositivo que trabaja en televenta, un portero de día y cocinero de noche que a la vez estudia una carrera, una joven madre que ha de vender pisos en una promoción inmobiliaria para que no la echen, una señora alcohólica que ha perdido la cabeza y está al borde del desahucio, el propietario de un restaurante japonés a punto de quebrar, una bailarina que colapsa en un ensayo y un empleado financiero mujeriego y sin escrúpulos. La cámara de Andre Ristum va fijándose en todos ellos y escruta sus miradas, observa sus movimientos, nos hace partícipes de sus motivaciones y de sus soledades, sin tregua y sin alivio emocional, en unas vidas maltratadas por la ciudad, el paso del tiempo y la crisis económica. Solo el entrecruzamiento de esas historias de personas bondadosas y maltratadas ofrece una solución al aislamiento y a la desgracia, frente al malintencionado, al abusador y al criminal.

Mi querida cofradía es una comedia costumbrista que se adhiere al cine clásico español de este mismo género, pero con un matiz feminista que aporta un punto de vista fresco. Gloria Muñoz es Carmen, una señora que ha pertenecido toda su vida a la Cofradía de la Santa Cruz de Ronda, con sus dosis de poder y su amplio conocimiento de lo que supone sacar un paso en Semana Santa. En la cofradía, un mundo de hombres, se han llevado a cabo unas elecciones para elegir al nuevo Hermano Mayor, y ella se cree con pleno derecho y con apoyo para ganarlas. Pero no, el elegido es Ignacio, un señorito prepotente que cuenta con el favor del cura. Tras una pelea entre los dos que se hace viral, Carmen deja inconsciente a Ignacio durante las horas previas a la procesión de Semana Santa, y ella se tiene que hacer cargo de los problemas que surgen a última hora y a la vez ocultar que Ignacio está en su casa y durmiendo.

Aunque le falta mordacidad y un paso más hacia la sátira para ser una gran película, Mi querida cofradía tiene varios elementos que la convierten en una obra muy apreciable: unos actores magníficos (Gloria Muñoz como Carmen, está sobria, poderosa y altanera; su hija Pepa Aniorte; Manuel Morón, el capillitas amanerado, entre otros) y unos diálogos descacharrantes que sin duda son producto de la observación meticulosa de la directora Marta Díaz de Lope desde su infancia, sobre todo los que protagonizan Carmen, su hija y su vecina en la casa de la primera. Desde luego, la gran revolución feminista tiene que pasar por las pequeñas revoluciones en entornos típicamente masculinos.

La última película de la jornada ha sido Las distancias, de la directora catalana Elena Trapé, que la estrena ocho años después de la sopresa que supuso la fresca Blog. En esta ocasión, Trapé fija su atención en un grupo de treintañeros que quieren dar una sorpresa a su amigo Comas, que vive en Berlín y viajan todos juntos para celebrar su cumpleaños. La impulsora es Olivia (Alexandra Jiménez), su antigua novia de la universidad, que ahora está embarazada, y la acompañan Guille y su novia y el bueno de Eloi y su mala suerte. Pero cuando llegan allí, Comas no se alegra para nada de la inoportuna visita y a la mínima desaparece.

Las distancias pretende ser una reflexión sobre el paso del tiempo y el momento en el que uno se da cuenta de que ha dejado de ser joven y se aferra al último rastro de esa juventud, pero lo que queda es una nadería en la que el espectador sigue con tedio a estos personajes sin entidad y cuyas motivaciones no están ni siquiera bien perfiladas. Todos los actores, eso sí, están muy por encima de una película que transcurre sin pena ni gloria.