Melancolía

‘Melancolía’ de Von Trier saca a Sitges de su depresión

MelancolíaTras un par de jornadas bastante grises, el buen cine volvió ayer a Sitges con dos películas excelentes: por un lado lo último de Lars Von Trier, Melancolía, un hermosísismo y triste relato sobre el fin del mundo, visto en la sección Panorama. Y la Sección Oficial nos ofreció su mejor película hasta el momento, la adrenalítica surcoreana The Yellow Sea.

Tras su controvertido paso por el Festival de Cannes y a la espera de su estreno en España el 4 de noviembre, los asistentes al festival pudimos disfrutar del Von Trier más contenido, el mejor para este cronista desde Rompiendo las olas. Tras un magnífico prólogo musical con la música de ‘Tristán e Isolda’ de Wagner, pieza que será omnipresente durante todo el metraje, la película se divide en dos partes, cada una protagonizada por una de las dos hermanas encarnadas por Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg (ambas perfectas en su rol), en las que vemos como afrontan, desde una lujosa villa apartada del mundanal ruido, el hecho de que el planeta Melancolía se acerque peligrosamente a la órbita terrestre.

Probablemente sea uno de los títulos más accesibles del director, preciosista en muchos pasajes (aunque a él le molesta que se lo digan), pero sigue conservando esa visión pesimista del mundo que ya es parte de su sello de fábrica. La fatalidad impregna todo el metraje, pero se trata de una fatalidad romántica, asumida, y por ello más valiente y de mayor calado para el espectador. El resto de actores están igualmente geniales en sus aportaciones: Kiefer Sutherland, los Skarsgaard (padre e hijo) y un Udo Kier robaescenas, entre otros.

Y si Melancolía recuperó un cine enorme, pero calmado, intimista y grandilocuente a la vez, con The Yellow Sea, del surcoreano Na Hong-jin disfrutamos de un cine adrenalítico con algunas de las mejores escenas de acción (peleas, carreras, persecuciones) que un servidor ha visto en un pantalla de cine en años. Sin nada que envidiar a clásicos recientes como la saga Bourne, Minority Report o El fugitivo, por poner algunos referentes en cuanto al tempo, las dos horas y veinte que dura la película se pasan en un suspiro.

La trama de The Yellow Sea, que incluye su parte de crítica social acerca de los problemas de inmigración china que sufre Corea del Sur, se centra en un taxista chino agobiado por las deudas, que acepta el trabajo de liquidar a un miembro de la mafia de Seúl. Enseguida se verá en el medio de una guerra entre bandas y tendrá que salvar su pellejo, huír de la policía y buscar a su mujer, quien emigró a Corea antes que él y de la que no sabe nada desde hace meses.

The Yellow Sea es muy dura, no se corta nada en mostrar violentas luchas cuerpo a cuerpo con materiales cortantes (en Corea se ve que no se estilan las pistolas, sino los cuchillos y hachas), y, tras el necesario prólogo, la película pisa el acelerador y no lo suelta durante las casi dos horas restantes, ofreciendo una secuencia tras otra, todas repletas de tensión y acción. Desde ya se ha convertido en la favorita de casi toda la prensa para la Sección Oficial.

En cambio el otro título a concurso, la española (pero rodada en inglés) Emergo, es una vuelta más a los relatos de casas encantadas (Poltergeist) con la estética tan en boga hoy en día de usar tan sólo las cámaras de vídeo que usan los protagonistas de la historia (rollo Rec, para entendernos). La historia es simple: tres expertos en lo paranormal intentan ayudar a un hombre viudo y sus dos hijos a entender qué sucede en su casa, donde las cosas se mueven solas y sucesos extraños tienen lugar. Aunque Emergo no es mala, falla en su objetivo de ofrecer algo nuevo, y eso es culpa principalmente del flojo guión de Rodrigo Cortés y de un limitado reparto de actores. Eso sí, al director Carles Torrens se le ven posibilidades, así que le seguiremos de cerca.

Y para acabar la jornada, en la sección Panorama, pudimos sufrir la última película del maestro Francis Ford Coppola. Twixt es un desbarre que nos prometían en 3D y luego sólo tiene unos 5 minutos exhibidos en estereoscópico. La historia se centra en Val Kilmer como un Stephen King venido a menos que encuentra en un pequeño pueblo el germen de una historia para un nuevo libro. Ni las referencias a Poe, ni el coqueteo con el vampirismo, ni un tratamiento fotográfico interesante salvan a la película de no saber exactamente qué contar y, encima, de contarlo muy mal. Hasta Elle Fanning sale mal, y eso es mucho decir. Quizá es hora de que el maestro Coppola se dedique solamente a producir (o a seguir con sus viñedos), pero si va a dirigir algún despropósito más como éste, que no cuente conmigo.