‘Magical girl’, el impactante (re)descubrimiento de Carlos Vermut

Tras su estreno en el largometraje con la críptica y personal Diamond Flash en la que comenzaba a dar a conocer su mundo, Carlos Vermut ha aterrizado directamente en la 62 edición del Festival de San Sebastián para dinamitarlo desde dentro, firmando la que quizá ea la opción más sólida para competir por la Concha de Oro de toda la sección oficial. Magical Girl es una historia tremendamente clásica de justicieros y viejos honores salpicada, envuelta y actualizada de forma brillante a los tiempos que corren. Un retrato de unos personajes atormentados por el pasado, confusos frente al futuro y que sobreviven oprimidos por su propio entorno.

Una oscura fábula negra con perversos y misteriosos personajes construida milimétricamente a través de un guión digno de cualquier orfebre del lenguaje. Carlos Vermut se corona en esta Zinemaldia como uno de los directores más interesantes del panorama español y sale del ostracismo indie para reivindicar su puesto en la primera división como un realizador para la posteridad con una de las películas más importantes e interesantes del cine español reciente.

Otro de los platos fuertes del día era el ansiado estreno, en un marco como el del Festival de San Sebastián, de Lasa y Zabala, de Pablo Malo, la cinta que reconstruye la historia real de los dos etarras torturados y asesinados por la Guardia Civil en los años 80 a partir de la sentencia del juicio del mismo caso. Una arriesgada apuesta en la que, por mucho que su equipo se esfuerce en justificar, han apostado erróneamente por una simpleza argumental y un maniqueísmo en su tratamiento que invalidan el testimonio documental.

Los caminos de la ficción, como tal, no tienen por qué amoldarse necesariamente a la realidad cuando la historia proviene de un caso real, pero desde luego, siempre ha habido formas mejores para abordar según qué temas y más aún cuando el material es tan delicado. En este caso, desde luego, quizá le falte algo más de dibujo de personajes, algún matiz que desarrolle algo más los buenos y los malos, o incluso alguna justificación que te explique el por qué de las cosas que pasan durante la película.

Pero en definitiva, si reducimos, el principal problema es la falta de presupuesto: ya no solo para mejorar el aspecto de la película, que lo necesita; no solo para poder cumplir las necesidades de la producción, que lo necesita; sino para poder dedicar algo más de tiempo a pensar en lo que se tiene y en lo que se quiere ofrecer, y si cumple las propias expectativas.

La penúltima película a competición este año es Tigers, dirigida por Danis Tanovic. Una sencilla propuesta del hombre contra las corporaciones farmacéuticas que suena a visto y que en su absoluta normalidad es difícil destacar nada sobresaliente tanto en lo bueno como en lo malo. Otra más de las muchas propuestas asépticas que nos ha deparado la innecesariamente extensa sección oficial de este año.