ameliayared

A la espera de que alguno dé la nota

Musicadictos, en Intermezzo queremos darle una vuelta a las últimas predicciones que leisteis aquí sobre la carrera al Oscar de mejor música, una de las estatuillas más interesantes y difíciles de precedir esta edición, ya que existen varios factores que hacen de ella un caso muy particular. Que empiecen las apuestas.

Bienvenidos una vez más al debate de la mano de esta reflexión que aquí os propongo. Este 2009, como me habréis leído en alguna reseña, ha sido un año flojo tanto por la calidad de las partituras como por su número. Sin embargo, hay que decir que, con todo, no se ha producido el desastre. Muchas de las películas del último término del año han salvado literalmente esta edición con trabajos más que notables, aunque no hayan sido las que la gente esperaba.

ameliayaredHay varios factores que han hecho de ésta una carrera realmente singular. En primer término, no han sido las películas de la campaña navideña orientada a los Oscar las que han dejado este regusto. Más bien al contrario, las mejores partituras pertenecen a los fiascos críticos de la temporada: Ágora, de Dario Marianelli (inelegible este año); Amelia, de Gabriel Yared; Baaria, de Ennio Morricone (inelegible por no tener distribución); La saga Crepúsculo: Luna nueva, de Alexandre Desplat.  Si a estos sumamos otras partituras destacadas del año con tibia reacción crítica como Chéri, del mismo Desplat; Cuento de Navidad, de Alan Silvestri, El soplón, de Marvin Hamlisch, etc., nos daremos cuenta de que para que éstas sean nominadas, el gremio tiene que olvidarse de la calidad del filme. En los últimos diez años, sólo ciertas partituras de John Williams (El patriota, Memorias de una geisha) y El bosque de James Newton Howard han sido casos precisos de partituras nominadas cuyo filme habia sido criticado negativamente por la prensa estadounidense. Por tanto, una primera conclusión de la experiencia es que la Academia sólo nomina partituras de películas que ellos consideran importantes.

2009-05-30-UPOtro factor determinante este año ha sido el altísimo nivel de música ofrecido por las partituras de películas de animación. Up, de Michael Giacchino; Fantastic Mr. Fox, de Alexandre Desplat; Tiana y el sapo, de Randy Newman; Los mundos de Coraline, de Bruno Coulais y Ponyo en el acantilado, de Joe Hisaishi, no sólo serían magníficas opciones sino que varias de ellas merecen meterse en el quinteto seleccionado. ¿Cuál es el problema? Que personalmente tengo la certeza de que el gremio de compositores es igual de escéptico con las partituras animadas como lo es la Academia con las películas a las que representan. Muchos podéis esgrimir los ocho Oscars de Alan Menken, pero su trascendencia en la cultura pop del momento tiene mucho que ver con estas victorias, que en cualquier caso no son comparables al éxito que pueda tener la música de ningún film animado de este año. Y como prueba histórica os dejo el flagrante olvido de Pesadilla antes de Navidad, de Danny Elfman y todas las partituras de Joe Hisaishi para Ghibli. Que una película de animación consiga la nominación es una labor de muchos años y muchas veces no depende sólo de la calidad de la partitura. Pixar, que mete sin despeinarse sus músicas en las candidaturas, lo hace gracias al prestigio de Randy Newman y de su primo, Thomas Newman. A Giacchino le olvidaron Los increíbles antes de permitirle el pase con Ratatouille. Por eso, pienso que sólo Up y quizás Tiana y el sapo pueden colarse. Una pena que hagan las cosas así.

20090721dragmetohellCiertos géneros están casi proscritos en la carrera a los Oscar. La profecía, de Jerry Goldsmith, fue la última partitura de terror en ganar el Oscar, y no es que se hayan prodigado mucho en las nominaciones posteriores. Difícil veo que Christopher Young pueda meter su Arrástrame al infierno en los Oscar. Su casi exclusiva dedicación a la temática del horror le ha marginado de la ceremonia, convirtiéndose así en prácticamente el único gran músico que nunca ha estado nominado. 35 de las 45 últimas partituras nominadas desde el año 2000 pertenecían a películas dramáticas. Las películas extranjeras no lo tienen tan mal a la hora de arañar candidaturas. El laberinto del fauno fue la útima, Malena la anterior, y Tigre y dragón, la que ganó. Tampoco es que sea mucho. Con todo, este año sólo se me ocurre Los abrazos rotos como opción extranjera. La escasa distribución de cintas en habla no inglesa en EE UU ha sido especialmente decepcionante en esta categoría.

invictusPor tanto, llegamos con tres grupos de partituras gravemente estigmatizadas que la Academia no dudaría en descartar como hace normalmente. El problema es que no hay más. Porque en 2009 ha ocurrido una cosa que prácticamente no había sucedido anteriormente: las grandes favoritas para el Oscar de mejor película no competirán en mejor partitura. De hecho, es probable que se dé el caso de que las películas nominadas y las partituras nominadas sean radicalmente distintas, algo que no sucede desde 1979 cuando George Delerue ganó por Un pequeño romance. Obviamente, la ampliación a diez en la categoría de mejor película relaja mucho este comentario. Pero pensémoslo bien. ¿Precious? Apenas tiene partitura. ¿Up in the air? Rolfe Kent sólo tiene tres minutos de partitura editada. ¿Nine? Es un musical original. ¿Malditos bastardos? Todo material prestado. ¿The hurt locker, Bright Star, An education? Partituras insignificantes. ¿Invictus? Clint Eastwood no goza de reputación entre los músicos que le han marginado completamente por Million Dollar Baby, El intercambio, Cartas desde Iwo Jima. Pues ésta, que la hace su hijo, con menos razón. ¿Donde viven los monstruos? Quizás, pero es un score muy pobre. Y Burwell es un músico menor al que los académicos nunca han querido nominar. Sólo tiene posibilidades si logra confundir al personal infrigiendo las normas de la Academia con las canciones de Karen O. Ni siquiera el adoradísimo Thomas Newman tiene nada que hacer en Brothers, en la que farfulla efectos de sonido. ¿No hay nada? La verdad que es extraño. Sólo dos películas con opciones de ser nominadas (aunque no de ganar) pueden tener opciones en mejor música y verse impulsadas por sus respectivas candidaturas en película: Avatar y The lovely bones. Y ambas también tienen serios problemas.

The lovely bones es del músico alternativo Brian Eno. Eno ejemplifica lo que a los fans de la música no nos gusta: el intrusismo. Músicos que precedidos de éxito en otros campos se meten a componer para cine. Probablemente no haga un trabajo muy malo, pero tampoco espero una gran partitura; ni siquiera sé si Eno sabe lo que es eso. ¿Qué le costaba a Peter Jackson dárselo a Howard Shore? Pues probablemente, todo el orgullo que no supo perder con King Kong. Le tengo miedo porque, como aficionado, me da mucha rabia ver desaparecer a ciertos grandes sin estatuilla mientras algunos aprovechados hacen su marzo con el beneplácito indocto de la Academia.

AvatarScoreAvatar es otro cantar. James Horner, denostadísimo tras sus merecidos años de éxito en los ochenta y noventa, en el nuevo milenio se ha prostituido de forma obscena reciclando partituras suyas. Vamos a ver cómo le recibe el gremio. Es vox populi que muchos no aceptan sus prácticas y le tienen ganas. Pero también es cierto que la incorporación de nuevos advenedizos al gremio, muchos como he dicho, ajenos a la música de cine, el nombre de James Horner les suene a algo bueno, y su música a algo nuevo. Con todo, el músico se está paseando por todas las televisiones haciendo autobombo de su score. Horner está vendiendo la partitura, en la que ha trabajado más de un año en exclusiva, como el trabajo más difícil de su vida. Y varios periodistas afines se han encargado de vocear lo maravilloso del resultado, una publicidad que puede darle el Oscar. Por el contrario, y habiendo escuchado varios cortes de la música, pienso que una aventurada valoración por mi parte es radicalmente opuesta. Lo que he escuchado me suena a artificial, efectista y, como no, sutilmente plagiado (Mi gran amigo Joe, cof cof). Hablando de género fantástico, las de Star Trek y La saga Crepúsculo: Luna nueva son dos sólidas partituras cuya pertenencia al palomiterismo juvenil indudablemente le restarán seriedad al buen hacer de sus músicos de cara al Oscar.

Tengo el presentimiento de que alguno de estos dos títulos va a dar la nota. Y si la Academia es capaz de sobreponerse a los efectismos de Eno y Horner, probablemente no le quede otra que rendirse a los pies de la animación estadounidense, ya sea por Up o por Tiana y el sapo. Tampoco debemos descartar, aunque es una opción menor, que quieran premiar de algún modo el gran año y, sobre todo, el gran esfuerzo de Alexandre Desplat en los últimos años, eligiendo alguna de sus siete partituras de 2009. Independientemente de quién gane, lo que está claro es que cinco serán las finalistas y la Academia va a tener que echar mano de alguno de los títulos estigmatizados. ¿Cuál o cuáles serán? Ése es uno de los ingredientes más atractivos de esta carrera.

Porque es una pena que, en un año en el que la Academia lo tiene tan a huevo con ciertos géneros, tenga que recurrir a determinados tópicos con tal de no enfrentarse a sus propios prejuicios. Si fueran justos y valientes, nominarían Ponyo en el acantilado, Los mundos de Coraline y Arrástrame al infierno, tres obras que bajo ningún concepto deben pasar por alto. En cualquier caso, tendremos que esperar a ver qué sorpresa nos tienen preparada.