‘Deux pianos’: Desplechin y los lazos del pasado

'Deux pianos'
Irregular
Desplechin vuelve a hablar de los lazos del pasado a través de cuatro tipos de relaciones
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El veterano Arnaud Desplechin llegó a San Sebastián con sus actores Nadia Tereszkiewicz, François Civil e Hyppolite Girardot, para presentar Deux pianos (Dos pianos), una película sobre los lazos del pasado y la necesidad de romper con ellos para poder seguir adelante. Y donde vuelve a plantear las relaciones humanas como meollo del conflicto, esta vez en cuatro pares: mentora-alumno, madre e hijo, padre e hijo y entre ex-amantes. A estos pares podemos añadir el de pianista-manager, un personaje que es una especie de guía hacia una salida, un salvador.

Matthias (François Civil) es un joven pianista que lleva diez años dando clase en Japón, y que vuelve a Lyon para acudir a la llamada de su mentora Elena (Charlotte Rampling). Un par de encuentros fortuitos y extraños con Claude (Nadia Tereszkiewicz) y un niño que se parece a él a los diez años reviven sentimientos del pasado y, cuando el marido de Claude, Simon, muere, descubre que el hijo de la pareja en realidad es suyo, e intentará recuperar su relación con Claude, pensando incluso en sacrificar su carrera como solista, que pretendía retomar, para quedarse en la ciudad.

El problema de la película es el desarrollo irregular de las relaciones por pares. Si bien la que tiene con su mentora Elena está bellamente contada y sus momentos juntos en pantalla son realmente hermosos, y las escenas en la casa materna son honestas, la relación con Claude, ya viuda, es agotadora: demasiado arrebatada y juvenil desde el principio y por otro demasiado desgastada, cuando un plazo de diez años es suficiente para plantearla desde otro lugar. Y los devaneos de te-quiero-pero-no, los arranques de odio y de reproches, resultan demasiado infantiles en un personaje que por otro lado está diseñado para enamorar. Por otro lado, la relación con el hijo que no conocía hace asomar un Mathias esperanzado y luminoso, que da brillo a la parte final de la película.

Nos quedamos con las interpretaciones de Charlotte Rampling y de Hyppolite Girardot, presencia habitual en las películas de Desplechin, la música de Grégoire Hetzel (aparte de las piezas clásicas que suenan) y la fotografía invernal en sepias de Paul Guilhaume. Y con la sonrisa de François Civil.