
La primera gran estrella internacional en pisar la alfombra roja del 73º Festival Internacional de Cine de San Sebastián ha sido Angelina Jolie, que ha acudido a la ciudad donostiarra a presentar Couture, de la francesa Alice Winocour, en la Sección Oficial. Una película que no puede resultar más oportuna justo en el momento en que las nuevas colecciones de la próxima temporada se presentan en las principales ciudades de la moda, como París, Milán, Nueva York o Madrid. La película es un drama sensible, aunque frío, sobre varias mujeres que trabajan en ese mundo de belleza, lujo y exposición mediática.
Para ello Winocour se fija en cuatro mujeres: una modelo, una directora de cine de terror, una maquilladora y una joven costurera, cuyas vidas se entrelazan a lo largo del metraje. Ada, una modelo nigeriana recién llegada a París es el nuevo fichaje estrella de una gran maison; será la estrella del desfile que la casa de costura está ultimando, la que abrirá la pasarela con un corto de terror gótico preliminar que rueda otra de las protagonistas, una directora de cine contratada por la misma maison para la ocasión. Una joven maquilladora anda corriendo de una sesión de fotos a un desfile mientras aprovecha los ratos libres para escribir, su gran pasión. Y por otro lado una costurera es la encargada de hacer el vestido que lucirá la primera en la apertura del desfile. Sus vidas y sus historias personales (la vida que ha dejado la joven Ada en África; los problemas de salud de la directora; las frustraciones de la maquilladora…) se van desarrollando en el apenas día y medio que transcurre hasta el desfile, que será donde confluyan sus trabajos.
Y aunque seguimos con atención e interés el desarrollo, trufado de escenas que muestran el compañerismo entre las modelos, todas muy jóvenes y muy solas, o los problemas de la directora con su familia que vive en Nueva York y su incapacidad para comunicarse con su hija adolescente, la verdad es que la directora fracasa a la hora de dotar de emoción a todo ello. Sobrevuela todas las historias y ni siquiera el drama que vive la directora -relacionado además con la propia vida de Angelina Jolie, que lo sufrió en sus carnes- llega a emocionar. Las acompañamos, pero sus dramas no llegan a permear, se quedan en algo tan superficial como la moda vista en una revista. Es verdad que hay recursos estéticos muy impactantes (la cinta roja que marca las costuras en el maniquí sobre el que trabaja la costurera son espejo de las que hace el oncólogo en el cuerpo de la directora para marcar por dónde tiene que operar; la tormenta que recrean en el plató donde se rueda la película al inicio se refleja en la tormenta que da al traste con el desfile final, aunque es bellísima e impactante la imagen de Ada vestida de blanco caminando bajo la lluvia torrencial mientras todos corren a refugiarse); es bonita la amistad, por temporal o superficial que resulte, entre las modelos; o la soledad y la incomunicación en sus vidas de hotel; y se tocan de refilón los problemas de género cuando se ve que todas ellas son artefactos manejados por los hombres (jefazos, técnicos), que son los que realmente tienen el poder.
Una película que parece frágilmente hilvanada. Le falta un remate firme, una contundencia en las emociones que se echa de menos. Y por cierto, que la peli en original es Coutures, aunque en el estreno haya perdido esa s del plural que le da mucho más sentido.