
Con una discreción reservada a los que verdaderamente la sienten, José Luis Guerin ha desembarcado en la recta final del Festival de San Sebastian con una obra de orfebrería. Un derroche de sensibilidad. Un ejercicio poético. La insustituible mirada de un artista. Historias del buen valle, tercera película española en competición junto a Maspalomas y Los domingos, es, literalmente, extraordinaria.
Guerin ha encontrado inspiración en Vallbona, literalmente el “buen valle” del título: un barrio muy periférico de Barcelona, delimitado por el río, la autopista, y el tren, con casas inicialmente construidas de aluvión por personas llegadas de tantos rincones de España y que hoy acoge también los que llegan de tantos rincones del mundo.
A través de decenas de entrevistas con los vecinos, imágenes de su día a día, baños en las pozas, trenes que surcan el paisaje, recuerdos y esperanzas, Guerin ofrece un fresco extraordinario que hunde sus razones en lo cotidiano y que se ve permanentemente amenazado por el sacrosanto progreso.
Es un canto a la vecindad, al respeto, a la naturaleza, a la esencia. Guerin afirma, rotundo, que el mundo es el que hacemos cada día, mucho más que el que nos hacen por encima.
Historias del buen valle sería una extraordinaria Concha de Oro.