‘Las corrientes’: cuando el río suena, Milagros Mumenthaler se reafirma

'Las corrientes'
Un poderoso torrente
La directora argentina compite por la Concha de Oro con un estimulante largometraje sobre una mujer superada
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Milagros Mumenthaler es una de las voces más sugerentes del maltrecho cine argentino. Sus dos anteriores películas (Abrir puertas y ventanas y La idea de un lago) pudieron verse en San Sebastian, en la sección Horizontes Latinos y con la tercera, Las corrientes salta por derecho propio a la competición oficial.

La película se fija en una mujer al borde del abismo, cosa que se podría decir en sentido literal y figurado: la cinta arranca con Lina recogiendo un premio en Suiza, disfruta del cóctel, se dirige al lavabo, y tras lavarse las manos, tira a la papelera el papel secante y el trofeo. Al momento, abandona el lugar, deambula por la ciudad y, cruzando un puente, se arroja a la corriente sin pensárselo.

El resto de Las corrientes transcurre en Buenos Aires, a la vuelta del viaje, durante unos pocos días en los que Mumenthaler nos propone que comprendamos sin darnos explicaciones sino estampas de una vida saturada, de una ciudad abrumadora, de una poética a ratos épica y de seguido intimista, llena de ideas-fuerza y de potentes escenificaciones en las que juega con la música, la luz y los colores.

La historia, además, transcurre en un universo femenino en el que conoceremos a su suegra, a su hija, a su compañera de trabajo y, finalmente, a su madre. Las relaciones entre ellas a veces marcan, a veces sólo ejemplifican, pero siempre son trascendentes para navegar las procelosas aguas en las que Lina flota a la deriva.

Es una pena que estas corrientes en ocasiones se estanquen cuando la película y su directora se ensimisman con sus propios hallazgos. A los ecos del Nueva York de Gershwin que pueblan la película no les hubiera venido nada mal un poco del ritmo de Carly Simon y su ‘Let the River Run’.