Crematorio

‘Crematorio’: Canal+ consigue el milagro

CrematorioLa nueva apuesta de ficción de Canal+ España se titula Crematorio. Basada en la novela de Rafael Chirbes y protagonizada por Pepe Sancho, Crematorio es una miniserie de 8 episodios que viene de la mano de Fernando Bovaira y su MOD Producciones (ÁgoraBiutiful). Haciendo suyos los mejores elementos de la televisión norteamericana reciente, principalmente de la cadena de cable HBO, Crematorio es un milagro que nos devuelve la esperanza a los que ya creíamos imposible una televisión en nuestro país que se pudiera medir contra clásicos recientes como Los SopranoMad MenBoardwalk Empire.

Crematorio es la historia de Rubén Bertomeu (inconmensurable Pepe Sancho) promotor inmobiliario y hombre de negocios que, aprovechando el boom de los 80, amasa una fortuna con la construcción de rascacielos, hoteles y resorts en la ficticia localidad valenciana de Micent. La serie se mueve a tres bandas: por un lado es un drama familiar en el que Bertomeu es el gran patriarca alrededor del cual pivotan su joven amante (sorprendente Juana Acosta), su hija (una potente Alicia Borrachero), su yerno (Chisco Amado), su nieta (deslumbrante Aura Garrido) y su madre (Montserrat Carulla, en un rol que respira directamente del de Livia Soprano, primera referencia a la HBO).

Por otra parte es una seca disección de la corruptela política y empresarial que se mueve en el sector inmobiliario: concesiones, sobornos, pactos, participaciones, prostíbulos y venganzas están a la orden del día. Bertomeu se apoya en su equipo de confianza: los hombres de acción Sarcós (Vicente Romero) y Collado (Pep Tosar), Zarrategui el abogado (excelente recuperación de Pau Durà), el concejal Llorens (omnipresente Manuel Morón) y el peligroso inversor ruso, Traian (el gran descubrimiento, Vlad Ivanov), un personaje que dará mucho que hablar. De forma paralela a la narración del presente de Bertomeu, se nos descubre, a través de flashbacks, un poco al estilo de Perdidos o, sobre todo, El Padrino II, cómo llegaron todos los personajes a ser quienes son a lo largo de tres décadas de la historia de España. Además, como en la serie de Cuse y Lindelof, cada episodio parece estar centrado en un personaje en concreto, perfilando su pasado y dando claves para comprender los sucesos del presente, engarzando ambos tiempos de manera asombrosa. Y encima con unas labores de recreación, casting y maquillaje que no dan vergüenza ajena, demostrando que, si se quiere, se pueden hacer las cosas bien.

Lo primero que hay que reconocer es que Crematorio copia descaradamente la fórmula HBO. Pero es que si vas a tener un referente, ¿qué mejor que la mejor productora del planeta? El piloto, tras una secuencia introductoria que nos define claramente con tres rasgos a Bertomeu y su socio ruso Traian, probablemente la relación más importante de la serie (al menos en los tres primeros episodios que se pudieron ver ayer), da paso a unos títulos de crédito inspirados en los de True Blood acompañados por una canción de Loquillo, que quizá sea lo que más desentona en la tónica del resto de la serie. A partir de ese momento se nos despliega una red de mentiras, violencia, amoralidad y erotismo (incluyendo desnudos integrales inéditos en la ficción televisiva española) que te atrapa y no te suelta en ningún momento.

Y el responsable principal de todo esto, aparte de la valentía de Bovaira y de un reparto en estado de gracia, tiene nombre y apellidos: Jorge Sánchez-Cabezudo. El director de la tremendamente reivindicable La noche de los girasoles, es el responsable de la adaptación y la puesta en escena de Crematorio. Sánchez-Cabezudo demuestra que es un analista y un espectador excepcional, pues coge los mejores elementos narrativos de la escuela de David Chase y Matthew Weiner y los adapta a la idiosincrasia española, ofreciendo como resultado un acertado fresco de los últimos 30 años de nuestro país, que se sustenta en un maravilloso guión donde cada frase, cada mirada están cargadas de significado y las relaciones entre los personajes son creíbles, claras y estremecedoras.

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Crematorio es tan buena que no parece televisión. Esto es cine con mayúsculas. Es una película de 7 horas (de la que hasta ahora sólo hemos visto dos y media; sí, los capítulos duran 50 minutos y no 75) que podría medirse perfectamente con el cine de De la Iglesia, Bollaín, Cortés o Villaronga que hemos visto el año pasado. La producción está cuidada al milimetro: fotografía, encuadres, selección musical, creación del universo sonoro, localizaciones… Fuera de un plató la serie respira y transmite verdad. Quizá el único referente que podamos encontrar en la historia reciente de la televisión española es Vientos de agua, de Campanella. Esperamos que, a diferencia de ésta, Crematorio logre encontrar su público (aunque sea en una cadena de pago; ojalá alguna se atreva a emitirla en abierto) y, por fin, se potencie la creación de series de calidad en España. Porque este pequeño gran milagro ha demostrado que sí es posible.

Crematorio se estrena el 7 de marzo en Canal+ a las 22:00.