Álvaro Cervantes: «La sensación de aprender me hace muy feliz»

Tras competir por el Goya al mejor actor revelación con El juego del ahorcado, Álvaro Cervantes (Barcelona, 1989) ha seguido avanzando en su carrera con tiento, combinando la televisión (Punta escarlata, Luna) con el cine (Tres metros sobre el cielo). Ahora acaba de presentar en el Festival de Málaga El sexo de los ángeles, una película sobre una relación a tres bandas en la que explota su faceta de seductor.

Pregunta: ¿Qué ha cambiado desde El juego del ahorcado a aquí?
R: Ahora estoy disfrutando más. Antes había inseguridad y, sobre todo, miedo. A medida que vas creciendo, aprendes y disfrutas. En El sexo de los ángeles me he sentido muy libre. Quizá este personaje ha sido un clic para mi. En parte por el momento en que lo viví, que estaba haciendo teatro en Barcelona y por el día rodando, me ha servido para estar muy ágil como actor. Y desde entonces ha habido movimiento, dentro y fuera…

P: Desde luego, para rodar esta película, tendrías que sentirte muy libre para componer ese personaje.
R: ¡Sin duda! He estado muy a la par que el personaje. Me interesan mucho las cuestiones que plantea la película. No me atrevo a decir que me preocupan, pero sí que me ocupan. Se trata de vivir el amor bien… Me interesa el amor. Encarno a un personaje que es motor de muchas preguntas que se hacen a su alrededor. Uno tiene en la cabeza lo que ha vivido hasta el momento y con una película así, abres puertas.

P: Pero no sólo es cuestión de amor, sino también de seducción.
R: Todo está en el texto. Sí, el personaje es un seductor. Mi trabajo consiste en visualizar eso. Y me pregunto qué es lo que me gustaría a mí de este personaje, por qué me haría amigo de él. Siempre me acuerdo del discurso que dio Benicio del Toro cuando ganó el Goya por Ché, muy largo y muy caótico, en el que hablaba de esto, del ideal del personaje. Si eso lo tienes, vas con mucho ganado, basta con que esa idea te impregne.

P: ¿Y cómo fijas la idea de este personaje?
R: Cuando me llegó el guión me vino el recuerdo y la atmósfera de un verano en el que pasé unos días en Berlín y de un amigo de un amigo que conocí allí. Con esos referentes ya no es tanto lo que puedas dar de ti -que también porque es tu cara y tu emoción- como el hecho de que el personaje es quien es porque le acompaña el texto, la situación, la mirada de los otros personajes… Al final, la clave es el guión.

P: ¿Qué te preocupaba de encarnar este personaje tan al límite?
R: Que pudiera parecer manipulador y maquiavélico, que pareciera que todo lo que pasa fuera un plan urdido de antemano. Pero es cierto que el hecho de que sea un personaje con tan pocas barreras podía hacer ver que el personaje iba por ahí. Así que trabajé mucho la empatía para que los daños colaterales que causa por su manera de vivir la vida le reviertan también a él. Sin embargo, no por causar dolor va a dejar de ser como es.

P: Después de Tres metros sobre el cielo y de un par de series de televisión más, ¿ha cambiado tu vida?
R: No. Mi relación con la televisión ha sido en periodos muy breves. Abuela de verano fue mi primera aproximación al medio -sólo 13 capítulos en TVE- y luego Punta escarlata -9 capítulos.- Ahora, con Luna, el misterio de Calenda, sí que empiezo a percibir la tele como esa ventana enorme que ven millones de personas. Empiezo a ser consciente de la popularidad que acarrea la televisión. Por lo demás, ha sido todo muy progresivo, he ido combinando mi vida de estudiante en Barcelona y mi familia, con trabajos que iban saliendo puntualmente, pero mi vida no ha girado únicamente alrededor de la profesión. Es a partir de ahora, que coincide la serie con el estreno de la película y que me he ido a vivir a Madrid, cuando creo que las cosas pueden empezar a cambiar.

P: ¿Cómo te estás organizando tu carrera?
R: Uno tiene que organizarse con lo que se le ofrece. Uno tiene que intentar trabajar en lo que le mueve, dentro de lo que tiene para elegir, que no están las cosas para ponerse muy selectivo. Hay un punto de organizarte mentalmente sobre lo que quieres hacer, pero también hay que dejarse llevar porque las cosas te pueden sorprender. Tener expectativas no es bueno. Me pasó con El juego del ahorcado, con la que inconscientemente me creé expectativas porque fueron tres años de trabajo -desde que empecé a leer la novela hasta la nominación al Goya- y me hice a la idea de que todo iba a ser así, con la misma entrega. Al fin y al cabo, yo había crecido con esa película.

P: Y es imposible mantener el listón.
R: Es que te marcas un listón que no existe. Me preguntaba qué iba a venir después de aquello, qué lo iba a igualar a nivel de experiencia. Al final, esas expectativas, duelen porque te das cuenta de que no puedes planear nada. Es como si quieres llevar a unos amigos a un restaurante y uno de ellos te enseña que a la vuelta de la esquina hay un bar que hace unas setas de muerte. Hay aprender a dejarte llevar y sorprender.

P: La palabra que más te escucho decir es «aprender».
R: Sentir que aprendes es muy fuerte. No me ha pasado en la carrera, aunque hay gente que sí tiene esa sensación. Por ejemplo, mi amigo Víctor, que hace Historia y nota que está aprendiendo. A veces no te das cuenta en el momento. Ahora mismo siento que aprendo cada día. Disfrutar y aprender en mi caso va de la mano. Es una sensación que me hace muy feliz.