El argentino Beda Docampo Feijóo ha presentado hoy en Málaga Amores locos, un drama romántico con Irene Visedo y Eduard Fernández. La película aspira a ser una hermosa historia de amor a través del tiempo, pero anda escasa del encanto que tienen otros títulos de este género, sobre todo por la falta de química entre sus protagonistas.
Visedo interpreta a una vigilante del Museo del Prado obsesionada con un cuadro flamenco en el que aparece una joven y su profesor de música. Ella se ve reflejada en la mujer y cuando Eduard Fernández hace su entrada, le reconoce en el maestro de la pintura. Él interpreta a un psiquiatra especializado en los trastornos de conducta producidos por el enamoramiento. Lo interesante de este recurso que suena a pastelón, es que en realidad lo hace porque es un amargado, un hombre que ha fracasado en su matrimonio y quiere demostrarse científicamente que la pasión amorosa no es otra cosa que un desorden.
Irene Visedo desprende el encanto necesario para interpretar a una heroína romántica y Eduard Fernández compone a la perfección a un hombre sensible pero contenido. Ambos ejemplifican dos formas de vivir la soledad: él, con resignación; ella, montándose una película. El problema que es que por separado funcionan muy bien, pero juntos no: la química entre ellos es muy escasa.
Desde luego, Amores locos es heredera de otras películas que rebuscan en cuadros antiguos como La joven de la perla o, aunque el objeto en cuestión no sea una pintura, El violín rojo. Pero, sobre todo, evoca el recuerdo de Jennie, de William Dieterle (1948). La película de Docampo toma ideas de todas ellas aunque el resultado quede algo lejos.
También se fija en las grandes comedias románticas de la historia del cine para dibujar un interesante coro de personajes secundarios que, por un lado, desengrasan el drama y, por otro, lo subrayan. Así, Carlos Hipólito es una amigo del protagonista enamorado de una prostituta a la que paga por todo, hasta por ir a comer a un restaurante elegante; un personaje tan divertido como patético. Marta Belaustegui encarna a la hermana de Fernández, una mujer que se autoengaña en la relación que mantiene con un hombre casado. Y Marisa Paredes aporta su alargada sombra en el papel de la abuela de Visedo, aunque su personaje tiene menos recorrido dramático que los demás.
En general, la película se ve bien, pese a algunos problemas de ritmo. La recreación de las escenas del siglo XVII son algo pobretonas, como espectador se echa de menos algo más de presupuesto. Mejor no imaginar, por tanto, cómo lo habrán echado de menos los creadores. Mencionemos finalmente la música de Juan Bardem, que sin ser memorable, ayuda de forma extraordinaria a que el relato encuentre su tono.