Ayer se presentó a concurso la última película del director argentino Juan José Campanella, El secreto de sus ojos, un thriller policiaco con más de una sorpresa que despertó pasiones en Donosti. También se puedo ver Precious, de Lee Daniels, en Zabaltegi, con una impresionante y desgarradora interpretación de Mo’nique.
El secreto de sus ojos está protagonizada por Ricardo Darín (es su segundo título en el certamen) y Soledad Villamil, que ya trabajaron juntos con Campanella en la excelente El mismo amor, la misma lluvia. En esta ocasión protagonizan una historia de amor a lo largo de 25 años marcada por la investigación de un crimen sin resolver. Basada en la novela de Eduardo Sacheri La pregunta de sus ojos, nos encontramos ante una adaptación con unos diálogos muy ágiles y unos primeros dos tercios estupendos, pero que un tercer acto al que le cuesta llegar a la resolución, impide que estemos hablando de una película excelente.
Porque el film de Campanella tiene desde luego muchas excelencias. Los protagonistas están espléndidos como siempre, el balance entre comedia, drama y thriller funciona a la perfección y el verdadero decubrimiento es el secundario Guillermo Francella, que roba cada uno de los planos en los que aparece. La fotografía de Felix Monti es opresiva por necesidad, con muy poca profundidad de campo y la música de Federico Jusid, basado en un bello tema al piano, acompaña de forma acertada a las imágenes aunque no destaca especialmente. El montaje lo firma el propio Campanella.
Pero si por algo será verdaderamente recordada la película es por el increíble plano-secuencia del estadio de fútbol. Una auténtica pieza de orfebrería de las de quitarse el sombrero que, en palabras del propio director «costó dos años de preparación, tres días de rodaje y nueve meses de posproducción». A la altura de los planos de Alfonso Cuarón en Hijos de los hombres, esta secuencia debería ser estudiada en las escuelas de cine de ahora en adelante como prodigio de técnica y narración.
El único pero del film es un final que tarda en llegar, pero que afortunadamente no es el esperado y consigue dar la sorpresa, al menos para este cronista. El único obstáculo que la cinta puede tener para arañar algún premio es su condición de cine de género (policiaco), aunque logre hablar de muchas cosas más.
Precious, presentada en Zabaltegi, narra la historia de una chica obesa de 16 años que está embarazada de su segundo hijo tras ser violada en repetidas ocasiones por su padre con el consentimiento de su madre. El film narra descarnadamente el día a día de la joven, que empieza a acudir a un centro de educación especial para intentar salir adelante y sacarse el graduado escolar. Está producida por los gurús del entretenimiento afroamericano Oprah Winfrey y Tyler Perry.
La protagonista Gabourey Sidibe logra transmitir la tristeza y la frustración de su difícil personaje, pero aun le faltan tablas para llegar a ser una buena actriz. La dirección de Daniels es sucia y repetitiva, abusando de los clichés de guetto y educación difícil. No muy destacable. El guión de Geoffrey Fletcher, basado en una novela de la escritora Sapphire, abusa del sentimentalismo y pone a prueba al espectador en una sucesión de malos tratos y giros nefastos en la vida de la protagonista. Carne de telefilm. Destaca la labor de Paula Patton como la profesora de Precious en un rol bello y sensible, aunque poco creíble.
Pero la verdadera credibilidad está en la actriz Mo’nique, que interpreta a la madre de la protagonista. Su caracterización de madre odiosa es un cúmulo de aciertos en cada una de las secuencias en que aparece. De aspecto repugnante, la fisicidad del personaje es llevado a la vida por la actriz de forma prodigiosa y la secuencia final con Sidibe y Mariah Carey (ésta, por cierto, difícil de reconocer) es de las que se quedan en la retina por mucho tiempo. Todos los premios en la categoría de secundaria que se lleve esta asombrosa actriz serán pocos.