La sección competitiva de San Sebastián llega hoy a su fin con una agradable remontada. Cerro Bayo, de la argentina Victoria Galardi, es una sólida dramedia que retrata el comportamiento de una familia cuando la abuela trata de suicidarse y queda en coma. Mientras, el chino Liu Hao ha proyectado Addicted to Love, el retrato de un anciano que quiere recuperar a su amor de juventud, ahora enferma de alzheimer.
En realidad, en Cerro Bayo lo único dramático son las circunstancias, porque lo que ocurre en la película está tratado y funciona como una agradable comedia. Una anciana que vive con su hija, el marido de ésta y sus dos nietos decide suicidarse. El plan falla y la mujer queda en coma. A partir de ahí, Galardi describe con gran tino cómo son las familias: la hija, educada para ser la perfecta ama de casa, se ve encerrada en su papel, mientras ve cómo su otra hermana llega desde Buenos Aires al olor del dinero; lo mismo que su marido, sólo que éste lo hace con más tacto; su hijo únicamente piensa en organizarse su viaje a Andorra para pasar el verano y su hija, en un concurso de belleza para ser la Reina del Cerro.
Todo en la cinta funciona a la perfección, la mirada es aguda y el diagnóstico, preciso. Además, los actores –sobre todo las actrices Adriana Barraza, Verónica Llinás e Inés Efrón- están fantásticos. Pero al verla, el espectador no puede evitar tener la sensación de que se trata de una película leve, con pocas ambiciones y se echa a faltar ese punch especial que convierte a un buen film en uno grande.
Esa cualidad sí la tiene Addicted to Love que, aunque no resulte redonda, sí es una película hermosa sobre cómo la vida hay que vivirla mientras se pueda. Un hombre mayor –de hecho, el título original de la película es El vejete- disfruta de su vejez en compañía de sus hijos –uno exitoso, otro desubicado, otra mal casada- y su nieto, y de su amigo y antiguo jefe, con el que va todas las mañanas al mercado. Además, un día se cruza con una mujer que había sido un amor de juventud y decide reconquistarla. El problema surge al descubrir que está enferma de alzheimer y su hija, atemorizada de que le pueda pasar algo, se opone a que mantengan ningún tipo de relación.
Liu Hao, que vivió muchos años con su abuela, conoce bien el mundo que retrata. A lo largo de la película los ancianos reclaman con sus acciones el derecho a seguir viviendo por más que los hijos quieran sobreprotegerles. El discurso es sobrio, casi minimalista, las historias están muchas veces sólo dibujadas y muchas de ellas no terminan de cerrarse. Hay momentos extraordinariamente sensibles, como las secuencias en que el protagonista entrena la mente de su vieja amada con acertijos, preguntas sobre su vida y lecciones de dónde está la izquierda y la derecha.
Para ello, Hao ha recurrido a actores no profesionales: el protagonista es un ex-militar y la mujer, la empleada de la única tienda de fotos de la zona que, como su personaje, presenta los primeros síntomas del alzheimer. Después de un mes y medio de ensayos, ha logrado que se cree una química fantástica entre ambos, pero no que se conviertan en grandes intérpretes. Así, aunque a lo largo de toda la cinta están bien en sus personajes, cuando llegan los silencios, los momentos más intensos, se echa de falta la profundidad de un verdadero actor que complete con su mirada lo que no está escrito en el guión.
A pesar de esto, y de alguna decisión de montaje y de dirección discutible, Addicted to Love es una de las películas de la sección oficial que más han gustado en una edición un tanto gris. Las primeras quinielas mencionan a Pa negre, de Agustí Villaronga, y a las cinco irregulares horas de los Misterios de Lisboa, de Raul Ruiz. Tampoco hay que perder de vista la arriesgada Elisa K, de Jordi Cadena y Judith Colell; o a la descompensada Neds de Peter Mullan. Pero la heterogeneidad del jurado de este año es tal que será imposible prever por dónde andará su decisión final.