Hay ciertas tradiciones no escritas en Sitges. Una de ellas es que el público, entusiasta, entregado, y agradecido de poder darse un festín de cine de género, aplaude a rabiar antes de cada proyección, justo al aparecer el logo del Festival. Otra, mucho más reciente, es que cada dos años la productora Rodar y Rodar inaugure el certamen con una película protagonizada por Belen Rueda. En 2008 fue El orfanato; en 2010, Los ojos de Julia y en este 2012, El cuerpo.
No es extraño que el fenómeno se repita: las dos veces anteriores el resultado, en repercusión y taquilla, fue sensacional. Está por ver si el fenómeno se repetirá una vez más con la opera prima del guionista Oriol Paulo; de entrada, parece menos probable.
Y es que El cuerpo no es un film de terror psicológico como sus predecesores. Más bien, se trata de una historia de intriga, casi un episodio alargado de Alfred Hitchcock presenta. Todo se centra en la resolución de un misterio: qué ha ocurrido con el cadáver de una mujer (Belen Rueda) cuyo marido (Hugo Silva) ha cometido el crimen perfecto para poder ser feliz con su amante (Aura Garrido) y si un veterano policía (Jose Coronado) será capaz de descubrir que ha ocurrido con el cuerpo de la víctima y a la vez, desenmascarar al asesino.
No hay miedo (ni pudor) en jugar con los tópicos: la acción transcurre casi por completo en una morgue durante una noche de tormenta, las puertas crujen, los policías fuman y mascan chicle como si no hubiera mañana, los relámpagos iluminen la cara de los actores en los momentos álgidos y el asesino usa un veneno indetectable recién sacado del laboratorio. Es una apuesta por el suspense de siempre que se agradece, pero a veces uno tiene la sensación de estar viendo algo impostado, de no creerse a esos policías, ese matrimonio, esas situaciones un poco forzadas.
Los episodio de la serie de Hitchcock contaban con la ventaja de la corta duración. Aquí, el camino es más largo. Supongo que la voluntad del espectador de llegar al final del viaje dependerá de lo intrigado que le mantenga el misterio central, de sus ganas de conocer una verdad que cuando llega puede no ser satisfactoria y que, objetivamente, tiene más de un agujero (algo por otro lado, habitual en el género). El público de Sitges pareció estar satisfecho, aplaudiendo a rabiar en el momento de la gran revelación. Tanto, al menos, como ovacionaron el logo del Festival.
Barry Levinson en la bahía
El género del found footage tiene tantos fans que Sitges le ha dedicado una maratón propia. Pero la mayor sorpresa es que la primera película exhibida, The Bay, está dirigida ni más ni menos que por Barry Levinson. Sí, el mismo Barry Levinson, director más bien clásico, de Rain Man o Bugsy.
Es de agradecer que a estas alturas (con 70 años) Levinson se haya decidido a experimentar con una película de género formalmente distinta. The Bay, como antes Redacted o Diary of the Dead, no usa la perspectiva en primera persona de una sola cámara, sino un conjunto de grabaciones (de reportajes periodísticos, vídeos caseros, cámaras de seguridad…) que documentan la extraña infección en que asola un idílico pueblo costero americano durante el 4 de Julio, y que podría estar relacionada con el agua de su bahía.
Aunque puede parecer sencillo, este es un género complicado: Si la credibilidad no es total, el falso documental pierde todo sentido. Ahí es dónde Romero y De Palma tropezaron, con películas que se notaban guionizadas, fingidas. No es el caso de The Bay: las situaciones resultan creíbles, los actores (mayormente) naturales y, en medio del realismo absoluto, los (pocos) sustos consiguieron sobresaltar a este espectador.
Si hay algo discutible, es la decisión de que el el metraje encontrado esté presentado y muchas veces narrado por una superviviente que, aunque ayuda a conocer los personajes y aporta información valiosa, resta tensión: avisa de quien va a morir (o no) y deja claro que la epidemia no llegó a mayores. Pero es un problema menor para una película pequeña que en todo caso, probablemente, no llegue a estallar con el gran público como han hecho otras de su género.
Cinco cortos encontrados
Y si The Bay no va a ser el nuevo Rec O El proyecto de la bruja de Blair, no mucho mejor lo tiene V/H/S. No es una cuestión de calidad: es que pertenece a un subgénero (las películas de episodios) dentro otro subgénero (el «Found footage»).
Y es que V/H/S cuenta cinco historias unidas por un (muy tenue) hilo argumental: Cinco grabaciones caseras encontradas, rodadas por cinco directores jóvenes que, en la mayoría de los casos, parecen saber lo que hacen.
Hay episodios más o menos ingeniosos, formas más o menos originales de justificar la presencia constante de la cámara (premio a esas gafas con vídeo incorporado) y revelaciones más o menos sorprendentes. Pero en general, los fragmentos que más se disfrutan son los que utilizan los puntos fuertes del género: El realismo, las situaciones reconocibles en las que todos nos hemos podido encontrar alguna vez, representadas con total naturalidad (Un grupo de amigos que sale de fiesta, una pareja de viaje, dos novios que conversan por webcam); y la tensión de esos momentos en los que aún no ha ocurrido nada (pero el espectador sabe que falta muy poco para que se líe parda) y el suspense se hace casi insoportable (incluso en el primer fragmento, cuando por fin ocurre «eso», está a la altura de la expectativa creada. Y le hace a uno replantearse lo de ligar y traer gente a casa)
No hace falta ser fan del subgénero para disfrutar V/H/S pero los coneisseurs la disfrutarán mucho más. Si por disfrutar se entiende sufrir durante un buen rato.