El emotivo debut cinematográfico de Alix Delaporte

En nuestra última jornada en la Mostra de Valencia hemos podido ver dos cintas bastante diferentes en su temática: L’homme qui voulait vivre sa vie y El amor de Tony, dos historias de pareja con diferentes matices. La primera de ella tortuosa y enfermiza, la segunda esperanzadora y emotiva, pero ambas abordando la idea de la protección de la infancia.

L’homme qui voulait vivre sa vie es la historia de Paul Exben, un fotógrafo interpretado por Romain Duris que, tras descubrir la infidelidad de su esposa con otro fotógrafo, comete el error de asesinarle por accidente. Paul, que tiene dos hijos, decide entonces alejarse de su familia por completo y empezar una nueva vida en Yugoslavia, para no perjudicar a sus hijos.

Con una atmósfera compresora, enrarecida y a ratos enfermiza, sobresale de la película la genial interpretación de Romain Duris, que ha demostrado sus credenciales en otras muchas películas y aquí vuelve a reafirmar su condición de actor todoterreno construyendo un complejo personaje que según avanza el metraje va creciendo hasta acaparar toda la película.

El amor de Tony, por el contrario, es una cinta de actitudes más positivistas, interpretaciones más naturalistas y sin duda, una cinta mucho más costumbrista y ligera que la anterior. Angèle es una madre que acaba de salir de la cárcel tras estar implicada en un accidente que acabó con la vida de su marido, Tony es un pescador de rutina que vive con su madre. Juntos, serán el complemento perfecto para poder recuperar las riendas de su vida.

Los sentimientos a flor de piel y las buenas intenciones de los ‘animales heridos’ inundan esta cinta de perdedores con vocación de tomar las riendas de su vida donde sobresale Clotilde Hesme en su pimer trabajo para cine, que comparte catel con un convincente Grégory Gadebois y una divertida Lola Dueñas, que hace una breve apaición en la película.