En 'The Lords of Salem' ocurre poco y tarde

Rob Zombie vuelve a sus malsanos orígenes

En 'The Lords of Salem' ocurre poco y tarde

Si alguien ha visto La casa de los 1000 cadáveres o Los renegados del Diablo sabe que Rob Zombie es un director particular (el apellido ya es una buena pista). Se trata de películas que no siguen el canon tradicional del cine de terror: su guionista/director no está interesado el dar al espectador personajes buenos con los que el el espectador se pueda identificar; de hecho, le importan un pimiento. A él le fascinan los villanos, las atrocidades y perversiones que puedan cometer, su amoralidad. El resultado final es que se trata de films malsanos y que dejan con un mal rollo considerable.

Por eso, que Zombie se encargara de el remake de Halloween fue una idea tan desafortunada: todas las víctimas de Michael Myers parecían sudársela, y a nosotros también, claro. Pero ahora, el famoso autor (porque lo es) ha vuelto a los orígenes con The Lords of Salem. Aunque no del todo.

Porque The Lords of Salem tiene elementos marca de la casa (imágenes chungas, momentos perturbadores y una ambiente general sucio y oscuro), pero está envuelta en una estructura más tradicional: Hay una protagonista positiva (Sheri Moon Zombie) locutora de radio en una emisora del pueblo de Salem y en cuyo edificio empiezan a ocurrir fenómenos extraños. A su vez, recibe un misterioso vinilo con una música que crea un efecto desconcertante en aquellas (porque solo ocurre con las mujeres) que la escuchan.

Con estos mimbres se podría hacer una (buena) película de terror tradicional; el problema es que eso no es el terreno fuerte de Rob Zombie. Sobre todo en lo que trata de personajes y estructura de guión: en la historia ocurre más bien poco, y cuando lo hace ya es demasiado tarde. Tampoco la chica buena ni los que le rodean resulta suficientemente interesantes, carismáticos o entrañables para que nos preocupemos por lo que les pasa. Al final The Lords of Salem se queda en terreno de nadie: Se agradece que su director quiera probar cosas nuevas, no quedarse estancado en el estilo de sus primeras películas; pero de momento, esas son las únicas en las que ha mostrado lo mejor de él. Si por lo mejor entendemos un montón de imágenes gore, turbias y enfermizas.

Asesinos natos y británicos

Los protagonistas de Sightseers son un poco como los de Asesinos natos, de Oliver Stone… Pero en inglés (británico). Así que en vez de glamurosos e hiperestilizados, son una pareja tirando más bien a fea, paliducha, que viaja en una destartalada caravana por las zonas más horteras y grises de Inglaterra comiendo fish and chips barato, y vistando lugares como el museo del tranvía (o del lápiz).

Y es que Sightseers es una comedia. Negra, muy negra, pero comedia. Chris y Tina son dos perdedores de vida corriente y moliente que matan al principio por simple complejo de inferioridad o envidia; pero poco a poco le van cogiendo el gustillo y no hace falta mucho para que te tiren por un barranco o te machaquen la cabeza con una piedra. Y después te roben el perro.

Si suena divertido es porque, mayormente, lo es. A veces a uno le gustaría entender un poco mejor a los personajes y sus acciones, pero en general Sightseers funciona: sobre todo por ese toque lacónico a lo Kaurismaki en el que sus personajes pueden estar cometiendo un asesinato en un momento y al siguiente, se van a visitar unas bonitas cuevas o siguen paseando, como si nada. 

A vueltas con el digital  

Side by Side es un documental norteamericano de Christopher Kenneally que aborda la irrupción (cual elefante en una cacharrería) en el mundo del cine (hasta ahora en celuloide) de lo digital. En la grabación, la proyección, la conservación… Todo está cambiando. Y no todo el mundo está a favor.

Lo sabemos porque no todo el mundo, pero al menos sí casi todo Hollywood opina en Side by Side. Están  los más grandes de la fotografía y la dirección cinematográfica (Scorsese, Fincher, Lynch, Cameron, Nolan… a ver quien adivina de que lado del debate se sitúa cada uno) entrevistados por Keanu Reeves (que por cierto, demuestra una preocupación y pasión por el tema bastante sorprendente: tanto es así, que también ha producido el documental). Todos tienen algo que decir, y la mayoría lo expresa de forma inteligente y sin tapujos (a David Fincher habría que darle un programa de entrevistas a lo Ana Pastor; y dan ganas de que Scorsese te adopte). 

Pese a que el tema es denso y no parece muy trepidante que digamos, el ritmo es espectacular y no hay un solo momento en que decaiga la atención. Claro que yo soy cinéfilo: supongo que el público general no sentirá el mismo interés. Pero, aunque no me gusta hablar de películas obligatorias o imprescindibles, si uno es aficionado al celuloide (o la imagen digital, ejem) es difícil imaginar que no le acabe divirtiendo, y en cierta forma iluminando, una film tan bien hecho como Side by Side.

Amor en el supermercado

Confieso que en el cine fantástico tengo dos debilidades: Las pelis de Zombies (Y no de Rob Zombi, claramente) y las de viajes en el tiempo. Safety Not Guaranteed es una peli de viajes en el tiempo. O no. Quizás.
 
Porque en este película presentado en Sundance, sus protagonistas, un periodista y dos becarios, se encuentran investigando a un hombre que ha puesto un anuncio en su revista: busca compañeros para viajar por el tiempo. Y como dice el título, no garantiza la seguridad. Los tres protagonistas creen, como haríamos todos, que el empleado de supermercado Kenneth (Mark Duplass) está como una regadera. Pero poco a poco, la encargada de investigarle, Darius (Aubrey Plaza) comienza a tener dudas… o a lo mejor es que simplemente se está enamorado un poco de Kenneth.

Safety Not Guaranteed tiene más bien poco de ciencia ficción y mucho de comedia romántica indie (hay dialogos brillantes, sobre todo los del jefe de Darius, Jeff (Jake Johnson) y su becario hindú y friki, Arnau (Karan Soni), que casi convierte a los protagonistas de Big Bang Theory en un modelo de adaptación social). Y comedia romántica bonita, que funciona bien. Quizás no llegue a trascender más allá, pero su final, que levantó aplausos entre el público de Sitges, hace que salgas del cine con una sonrisa de felicidad en la cara. Que no es poco.