La mañana de la jornada inaugural ha tenido una palabra sobrevolando las mentes de todos los asistentes al primer pase de la mañana: decepción. La esperadísima, secretísima y cacareada nueva película de Juan Carlos Fresnadillo, Intruders, llegaba con una prensa acreditada entregada a la causa, favorable como pocas, pero ni aún así ha sido posible elevar el vuelo de un producto impecablemente ejecutado en lo plástico, pero que adolece en la narrativa fílmica desde el minuto uno. Ni la presencia de Clive Owen o Pilar López de Ayala, correctos en sus ejecuciones, salvan una película grandilocuente con algunos problemas narrativos en su fondo.
El canario Juan Carlos Fresnadillo toma como base la novela Carahueca de Nicolás Casariego para, con ayuda del propio autor y Jaime Marqués como guionistas, armar un ambicioso proyecto de género que viene a seguir la estela de exitosas producciones anteriores del realizador. Ya ocurría con 28 semanas después, que su trama pasaba a un segundo plano eclipsado por una dirección brillante y un sentido del ritmo endiablado y frenético. En este caso, la intención está, pero la ejecución resulta fallida. En primer lugar, a nivel narrativo, sobretodo en el flujo de información, pues hasta casi el minuto 50, la información es prácticamente nula, resultando una experiencia muy desconcertante y frustrante para el espectador, aunque como ya se ha destacado, técnicamente brillante en su realización; en segundo lugar, a nivel de expectativas: todo el filme respira a través de un armazón de superproducción magnánima, de historia profunda y compleja, de temas trascendentes y angulares tal, que cuando llega la resolución, no solo sabe a poco, sino que por momentos roza el ridículo. Y no sería asi si la película no tuviera esas ampulosidades plásticas cinematográficas como una brillante planificación o una omnipresente música del siempre genial Roque Baños que en ocasiones sobrecarga demasiado las escenas a las que acompaña, pero no hay que pecar de poco ambicioso, todo lo contrario, el problema es que su ambición está mucho más presente en la forma que el fondo.
En definitiva, a pesar de los buenos resultados en los aspectos de realización, Fresnadillo decepciona como carta de presentación y puesta de largo del festival. Una película aburrida, sobrecargada y con una premisa y resoluciones de credibilidad discutibles que es cierto que exploran temas interesantes, pero que se acaban diluyendo y perdiendo en una trama y un montaje confusos, desconcertantes y decepcionantes a partes iguales. En cualquier caso, no deja de ser sorprendente que una cinta de género como esta, dejando a un lado su calidad, se encargue de inaugurar un festival de clase A como el de San Sebastián. Es toda una declaración de intenciones en la que la mano de su nuevo director, José Luis Rebordinos, está evidentemente presente. Veremos, a lo largo de todos estos días, qué sorpresas nos tiene preparadas la nueva organización del Festival.