J.A. Bayona angustia y abruma con 'Lo imposible'

J.A. Bayona angustia y abruma con ‘Lo imposible’

J.A. Bayona angustia y abruma con 'Lo imposible'

Al enfilar la recta final de San Sebastián el programador ha tenido a bien la ocurrencia de proyectar dos cintas tan opuestas como el melodrama grandilocuente de Lo imposible, de J.A. Bayona, y el amargo intimismo de Días de pesca, de Carlos Sorin. Además, ha completado la jornada la lúcida sátira de Costa-Gavras sobre los responsables de la crisis financiera: Le capital.

Lo imposible es una película excesiva. No debe leerse esto como un comentario negativo sino meramente expositivo. J.A. Bayona ha querido realizar un largometraje de proporciones épicas, emociones exaltadas y situaciones permanentemente al límite. Objetivo 100% cumplido. No ha nada sutil ni sobrio en Lo imposible ni le interesa.

El espectador tiene, por tanto, dos opciones ante la película: bien convivir con dos angustiosas horas de cine de catástrofes pasado por el tamiz del melodrama o bien rechazar su completa colección de encuentros y desencuentros, laceraciones y quirófanos, destrucción y redención que propone sin tregua.

Para quienes encajen en la primera opción disfrutarán de lo lindo. Desde la primera secuencia Bayona ya juega al cine de catástrofes con un vuelo agitado por temibles turbulencias. Conocemos a sus protagonistas: los bellos Ewan McGregor y Naomi Watts y su prole de tres precisos niños. Después viene la presentación del paraíso, un lujoso hotel de Tailandia atendido por gente encantadora. Un subrayado de todo lo hermoso que tiene especial fuerza al saber que pronto desaparecerá bajo las aguas. Bayona invita al espectador a ser cómplice de Dios: sabemos que llegará en tsunami pero nos mantiene en vilo no saber cuándo.

Al fin ruge y lo arrolla todo. Las secuencias son pavorosas, transmiten a la perfección la angustia ante lo sobrehumano. Pero, al contrario de lo que ocurre siempre en este género, Bayona vuelve enseguida sobre sus personajes. Les busca entre los restos, oímos sus gritos, vemos su sangre, sus heridas y sentimos de cerca su miedo y su desconcierto.

Hasta ahí no cabe duda ninguna de que Bayona demuestra ser un extraordinario narrador cinematográfico, superando con creces El orfanato. Al contrario que en aquella, en esta no hay trampa ni cartón. Nada de Belén Rueda corriendo por la playa y rompiéndose una pierna sin saber bien cómo. Aquí sólo hay realismo. Pero retratado de forma desabrida, brutal, sangrienta. Bayona no escatima en heridas abiertas, extremidades inertes, vómitos ni cadáveres.

Pero lo que puede producir mayor incordio: no escatima en las situaciones extremadamente dramáticas. Durante dos hora somos testigos de pérdidas y reencuentros, abrazos y sollozos, búsquedas infructuosas. Y su sucesión es inacabable. No hay descanso, sólo violines. Bayona busca las lágrimas sin descanso para hastío de quienes no necesitan que les hagan cosquillas para sonreír. Y para enfado de quienes prefieren la sobriedad en el relato.

J.A. Bayona angustia y abruma con 'Lo imposible'Para estos últimos su película de la jornada habrá sido Días de pesca, una nueva historia mínima de Carlos Sorín. En ella, Alejandro Awada interpreta a un hombre que viaja al sur en busca de su hija con la que no mantiene contacto desde hace años, posiblemente desde que entró en desintoxicación de la bebida. La cinta discurre entre el drama interior y la comedia amable, gracias a una deliciosa galería de personajes secundarios que componen unas píldoras exquisitas de, digamos, surrealismo verité delicioso e inimitable.

La tercera cinta en competición hoy ha sido Le capital, nueva entrega del maestro del cine político Costa-Gavras. Estaba claro que el realizador griego enfocaría con su cámara antes o después no tanto la crisis económica mundial como los deleznables personajillos que se lucran con ella. El título no deja lugar a dudas: esta es la ocasión.

La cinta cuenta el asenso a la Presidencia de un gran banco europeo de un hombre llamado a ser un segundón. Se espera de él que sea un mandao pero se subleva. No subleva a favor de sus trabajadores ni de los hipotecados. Tampoco lo hace para el triunfo de un banco rival ni de un accionista minoritario. Lo hace para sí mismo. Ese es el verdadero hallazgo de Costa-Gavras en Le capital.

'Le capital'Porque en poco tiempo hemos visto muchas películas sobre la crisis: el largometraje Margin Call, el documental Inside Job, el telefilm Malas noticias y tantos otros. En todos ellos hay algo en común, un elemento que se repite en las tertulias de los medios y en las conversaciones de a pié: la identidad del malo. Los mercados, esa entidad difusa que componen muchos y al final parece ninguno. Sin embargo, Costa-Gavras pasa de ese tótem. Ni le menciona.

Aquí quien mueve los hilos es un arribista, un trepa, un amante del dinero, como él mismo se confiesa. Un egoísta. Para rematar la faena, el sabio director ha contratado como protagonista a Gad Elmaleh, un actor conocido por su noviazo con Carlota Casighari, la hija de Carolina de Mónaco.

A Costa-Gavras no le hace falta decir literalmente que este es uno de tantos, sino que organiza una sátira entorno a él. Vemos cómo le aplauden accionistas o empleados, según les baile el agua; cómo se enfrenta a quien le estorba y cómo recurre a él cuando le necesita; cómo ignora los principios más básicos de la moralidad cayendo en las redes de una top model en el truco más antiguo del mundo.

Una película, en fin, oportuna y lúcida. Cine imprescindible para salir de esta.