Baaria, la nueva película de Giuseppe Tornatore que inauguró ayer la Mostra de Venecia, ha sido incapaz de convencer a los críticos. “El director aspira al fresco histórico, pero todo es en vano, lleno de trampas”, dice Carlos Boyero en El País. “A Tornatore y a su película le sobra francamente de todo: minutos, aparato, personajes y tiempos, situaciones y languideces,”, señala Oti Rodríguez Marchante en Abc. Mejor acogida ha tenido la española Rec 2, que participa fuera de concurso.
El ganador del Oscar por Cinema Paradiso regresa a su Sicila natal para narrar con espíritu nostálgico y tono épico casi un siglo de vida e ilustrar una Italia perdida, algo folclórica, aquella que resistió a dos guerras mundiales a través del descubrimiento de la política como hilo conductor. El filme arranca en los años treinta, cuando Peppino, hijo de un modesto campesino apasionado por la lectura, descubre las injusticias sociales, se lanza en la carrera política dentro del Partido Comunista y llega hasta los años sesenta, tres generaciones después con sus movimientos de protesta y de liberación de la mujer.
Baaria llegaba al certamen precedida de los halagos del primer ministro Silvio Berlusconi, lo cual había puesto en guardia a la prensa internacional. “Es la cinta más impresionante que he visto, aconsejo a todos que la vayan a ver», dijo, sin mencionar que está producida por Medusa, propiedad de su familia.
Fuertemente autobiográfico, el filme ha sido recibido friamente por los críticos, que no le concedieron aplausos durante la proyección especial para la prensa.
Carlos Boyero, en El País, dice: “Tornatore es muy ambicioso en sus pretensiones de crear un fresco histórico. Intenta combinar la comedia y la tragedia, el realismo y la ensoñación, la lírica y el costumbrismo, el tono pintoresco y el rigor documental, la reflexión existencial y el esteticismo, la ternura y la dureza. Todo en vano, haciendo trampas, obligando abusivamente al espectador al reconocimiento inmediato de buenos y malos, confundiendo la sensibilidad con la cursilería, utilizando hasta el vómito la música de Morricone para subrayar los sentimientos, mareándote con el uso de la grúa para crear planos con permanentes intenciones de arte. Se supone que ocurren cosas apasionantes en la existencia de ese niño al que veremos llegar a viejo, pero Giuseppe Tornatore es incapaz de transmitir autenticidad ni emoción.”
En la misma línea, Oti Rodríguez Marchante escribe en Abc: “A Tornatore y a su película le sobra francamente de todo: minutos, aparato, personajes y tiempos, situaciones y languideces, aunque consigue algunos buenos momentos del mejor naturalismo italiano, entre voces, gestos y caracteres fuertes. Angela Molina tiene un papel pequeño pero recio como madre de la protagonista, que encarna la modelo Margareth Madè, que es algo así como una versión vegetariana de Sophia Loren”.
En El Mundo, Luis Martínez señala: “Lo que quiere ser un fresco de la historia entera de Sicilia (150 minutos en bruto) es más bien un enmohecido recital de lugares comunes, subrayados cargantes, lirismos servidos a granel. Todo tan blando como una… (no diremos qué) de pavo. Ni la insistente música del gran Morricone, ni la acaramelada fotografía, ni el evidente mensaje de reconciliación nacional ayudan”.
Mientras tanto, fuera de concurso se proyectó ayer Rec 2, la secuela de Jaume Balagueró y Paco Plaza ha realizado sobre su exitoso film. En general ha sido bien recibido, aunque los comentarios apuntan a que la cinta carece de la frescura y originalidad de la primera.
{youtubejw width=»600″ height=»369″}FlQdc2oIQPc{/youtubejw}
Terror efectivo
“En Rec 2 ya no existe desarrollo argumental. Comienzas oyendo infinitos chillidos y viendo bocados al cuello y esa orgía de sangre y de sustos se mantiene hasta el final. No han tenido que exprimirse demasiado el cerebro escribiendo el guión. Me recuerda al Aliens que dirigió James Cameron. Una sucesión frenética de agresiones, apoteósis de la acción en vez de dosificar el suspense”, dice Boyero. “Reconozco que sus autores tienen muy claro lo que pretenden hacer y que los adictos van a obtener la dosis que precisan. Mi problema es que no soy un yonqui de este género, que no sé apreciar sus claves ni su rutina. El producto original me sorprendió muy gratamente. Su continuación demuestra mucha técnica pero escasa imaginación”.
También Rodríguez Marchante echa en falta “el impacto de la primera”. “Cambia las jeringuillas por las cruces, o lo médico por lo religioso, e intenta algún pellizco argumental para que no sean todo carreras y sustos, y en este sentido hay que alabar los cambios de punto de vista (de cámara) y de estructura narrativa. Balagueró y Plaza encuentran sin quebrar la lógica el modo de narrar una historia inenarrable y claustrofóbica; aunque la sensación es que lo que realmente han encontrado es una franquicia que podrán seguir usando hasta que la casa en cuestión se caiga a pedazos”.
Menos reticente se muestra Luis Martínez: “Entretiene y, ya puestos, estremece. Exactamente igual que en la primera entrega. Sin embargo, y ésta es la dificultad, cada una de las sensaciones que, literalmente, escupe (o, mejor, vomita) la pantalla son nuevas. El rodaje se complica, las historias se bifurcan y la estructura del guión adquiere la textura gelatinosa, pegajosa y multiforme de los tentáculos […] Por momentos, la pantalla se transforma en la pantalla de un videojuego; a ratos, adquiere el brillo nervioso del escáner de una nave espacial; de golpe, es la retina expandida de un endemoniado en el que hace de medium con el espectador… Y de repente, todo negro. Alien, La cosa, El exorcista y unas gotas del mejor gore. Todo ello en perfecta armonía.