Málaga remonta ligeramente en su tercera jornada

Las proyecciones de la Sección Oficial en su tercer día han servido para elevar la calidad de la competición, con dos películas procedentes de allende mares: No dormirás y la digna y emocionante Sergio y Serguéi.

No dormirás, dirigida por Gustavo Hernández y con producción de Uruguay y Argentina, es una cinta irregular de terror psicológico que si bien cumple con bastantes tópicos del género y tiene algunos puntos de la trama que se resuelven por encima o quedan sin explicación, se ve con interés y tiene puntos originales que hacen que su visionado merezca la pena, En ella dos jóvenes actrices se ven compitiendo por el personaje principal de una obra de teatro que una directora experimental está montando en un psiquiátrico abandonado. Esta directora (Belén Rueda) tiene un método de trabajo que consiste en llevar a los actores al límite del control, y pretende retomar un viejo proyecto en el que sus cobayas tenían que pasar días sin dormir, hasta alcanzar un punto de sensibilidad y percepción extremas y alucinaciones en el que traspasan el umbral de los muertos y llegan a conectar con los espíritus de los antiguos residentes del manicomio.

Lastrada por una parte central tediosa, los dichosos tópicos del género y una resolución algo precipitada que, aunque hace que la película remonte, deja algún cabo suelto, la verdad es que No dormirás goza de buenas interpretaciones, una impecable puesta en escena y una buena fotografía, y una premisa original que podría haberse aprovechado mejor.

La cubana Sergio y Serguéi es una tragicomedia dirigida por Ernesto Daranas, que ganó la Espiga de Plata en 2014 al mejor director latinoamericano por Conducta (también nominada al Goya de mejor película latinoamericana). En la que presenta este año, plantea el principio del aislamiento en que se queda la isla caribeña tras la caída del Muro y la Perestroika y lo extrapola a sus tres personajes principales, que comparten una misma afición: Sergio es un radioaficionado cubano que, a pesar de sus medios precarios, contacta con un radioaficionado neoyorquino y autor de libros sobre la carrera espacial y con el último tripulante de la estación espacial MIR.

Los tres viven en su “isla” particular: Sergio, profesor de filosofía marxista en una Cuba en crisis y más aislada todavía, Peter en su reducto neoyorquino desde el que investiga tramas conspiranoicas relacionadas con la NASA y el FBI y Serguéi, que partió hace años de la Unión Soviética y vive su transformación en Rusia desde su estación espacial, en la que acaba de cumplir un récord de permanencia. Los dos primeros intentarán que el último cosmonauta soviético vuelva sano y salvo a la tierra tras unos días en los que llega a pensar que no volverá nunca.

Resuelta con humor y sensibilidad, la película expone el punto critico en el que Cuba perdió a su mayor aliado y se perpetuó en el anacronismo, obligando a sus habitantes a buscarse la vida con actividades delictivas para seguir o para salir de ella.  Para ello se apoya en un guión que recuerda a los esperpentos humanistas de Titón Gutiérrez Alea y en unos personajes muy terrenales y queribles.