Mario Casas se hace mayor en el Festival de Málaga

La última jornada del Festival comenzaba con una propuesta de género de Alberto Lecchi en Sola contigo, un pretendido drama psicológico alargado en el tiempo que hace aguas por todas partes; pero la gran protagonista del día ha sido La mula, la película originalmente firmada por Michael Radford que se presenta en Málaga sin director, pero arropada de Juan Eslava Galán, su artífice primigenio, y su cast encabezado por Mario Casas.

Ariadna Gil es Maria Teresa Maradei, una española en argentina que vive cómodamente una vida de éxitos. Un día recibe una llamada de alguien que asegura que la va a matar pero que deberá pedir perdón antes a todas las personas a las que hizo daño. A partir de aquí, el personaje entra en una impostada espiral de autodrestrucción pretendidamente profunda adornada de una factura cliché de cine negro.

Sus actores intentan defender como pueden una historia que no va a ninguna parte y que, para mas inri, resulta previsible hasta el punto de que el desenlace se ve venir a lo lejos durante el discurrir narrativo de la cinta. Un borrón en la sección oficial de este festival que se cubría con la siguiente película.

La segunda sesión del día estaba dedicada a una de las grandes película del festival, La mula, que llegaba a la capital andaluza huérfana de realizador pero con una nutrida representación de sus responsables. Visto el resultado después de años de negociaciones entre productoras y problemas en la producción y posproducción de la cinta, cabe concluir que La mula es una historia que prevalece frente a la adversidad.

El resultado no puede ser más nefasto a nivel técnico, con una calidad de imagen que por momentos recuerda al vídeo grabado de segunda generación, una montaje que parece puesto en contra de la película y una música repetitiva y desquiciante. La gran sorpresa es que a pesar de todo esto, La mula se alza como un entretenimiento encantador, con una historia tierna de amor en tiempos complicados y un reparto adorable que, encarnando con acierto al abanico de personajes que, desconcertados por el horror de la guerra, apuestan por las relaciones personales, la amistad y la camaradería en un pequeño drama con tintes cómicos absolutamente entretenido.

Mención aparte, más allá del reparto, recibe la interpretación de Mario Casas, que destaca por encima de los demás y construye un personaje lleno de ternura, un pobre diablo arrebatado de sus posesiones en su pueblo de Jaén que no entiende su implicación en el conflicto y que distrae su infelicidad intentando buscar a la mujer de su vida, un paso adelante en la carrera del actor, que madura como intérprete. Una interpretación que bien podría, como mucha parte de la prensa ya comenta, reportarle el premio a la mejor interpretación masculina del festival que, unido al premio Fotogramas de Plata por Grupo 7 que recibió el pasado mes de Marzo, supondría la confirmación del joven actor dentro de su nueva etapa como algo más que un icono para adolescentes, que tiene otro hito pendiente este año, el estreno de Ismael a finales de 2013, en la que ha trabajado a las órdenes de Marcelo Pyñeiro.