El polémico y cacareado retorno de Julio Medem a las pantallas, Habitación en Roma, que clausura esta noche el 13º Festival de Málaga, resulta un ejercicio más profundo y sólido de lo que las herramientas de marketing (viral o no) y los rumores nos han hecho creer hasta ahora.
Vaya por delante nuestra indiferencia frente al resto de filmografía del director vasco, pero esta cinta de barroquismo estilístico y sentimental se aleja del Medem más íntimo y vanguardista para plasmar en pantalla una orgía de sensaciones, pasiones y mentiras que huyen del convencionalismo y la simplicidad para traernos un ejercicio de ampulosidad y romanticismo exacervado.
Una obra profunda y acorde a su tiempo, un tour de force entre Anaya y Yarovenko que supone una oda al one night stand con añadido sentimental y un desnudo físico y espiritual de las protagonistas en un trabajo que si bien en su sinopsis puede desagradar a algún espectador, finalmente resulta un llevadero y satisfactorio viaje a la psique del ser humano y su relación con sus semejantes.
Elena Anaya y Natasha Yarovenko encarnan a Alba y Natasha, las dos chicas protagonistas que deciden pasar la noche en el hotel romano y que soportan todo el peso del filme con total entereza y ayudan a que la película, que transcurre durante toda esa noche, mantenga un pulso y tempo eficientes que hacen que el filme, pese a su teatralidad y profundidad dramática en los diálogos, no decaiga en ningún momento.
Con esta adaptación libre de la chilena En la cama, Medem firma quizá, con saber hacer y temple, su mejor película en años y una obra que, desde luego, dista mucho de sus anteriores trabajos, aunque solo sea por haberse vendido al vil metal y haber decorado el clímax final con el logotipo y el copyright de una conocida marca de informática.