Óscar Aibar se pierde en el su propio bosque

Óscar Aibar se pierde en el su propio bosque

Óscar Aibar se pierde en el su propio bosque

Ya es un cliché: El cine español solo habla de guerra civil, putas y drogadictos. De tanto repetir la frase, puede que alguien se la crea, aunque lo cierto es que el número de películas nacionales que abordan nuestra mayor tragedia del siglo XX es en porcentaje bastante pequeño, una minoría. 

Personalmente, yo creo que debería haber incluso más. Otra cosa es que el público esté cansado de filmes muy similares al respecto, que afrontan el tema de misma manera, en el mismo género, y con el mismo tono. Así que tienen la sensación de haber visto esa película antes, de que es un tema machacado hasta la saciedad.

El bosc, de Oscar Aibar, afronta la guerra desde un enfoque diferente. En un pueblo catalanoparlante de Aragón, en el año 36, un terrateniente (Alex Brendhemül) desaparece ante la persecución de los anarquistas que acaban de tomar el poder, dejando atrás a su mujer  (María Molins) y su hija. Pero no es que el hombre se haya simplemente escondido en el bosque: ha entrado en «las luces», una extraña y misteriosa bola verde de energía que aparece dos veces al año junto a su casa y de la que nadie ha conseguido volver…

Adaptación de un cuento de Alberto Sánchez Piñol, está claro que el punto de vista distinto sobre un tema familiar… El problema es que acaba siendo no tan distinto. El elemento fantástico hace apariciones puntuales, pero la mayor parte del metraje se dedica a menesteres  más relacionados con la realidad bélica del pueblo que con «las luces». El no explotar más lo sobrenatural en la historia hace que pueda ser percibida (y en muchas ocasiones se sienta como) una más de la guerra civil.

Al menos, El bosc dispara sus balas (cinematográficas) contra ambos bandos (incluso más contra el Republicano)  y nunca sabes hacia dónde se dirige o cómo va a acabar (lo hace, por cierto, con una escena de alto riesgo que remarca el carácter de fábula del asunto). Eso compensa algunas decisiones cuestionables (Un Tom Sizemore en un pequeño papel de soldado americano que está doblando cuando habla castellano… y cuando habla inglés) y una sensación general de que lo hacía diferente a El bosc, lo que la hacía distinta al resto, se ha perdido tanto como su protagonista en el bosque.

Óscar Aibar se pierde en el su propio bosqueDeuda con Tarantino

Seven Psychopaths es la nueva película de Martin McDonagh, el director y guionista de Escondidos en Brujas. Para los que han visto su film anterior, ya saben lo que hay: pistolas, giros de guión sorprendentes, diálogos machirulos y brillantes, y mucho, mucho talento. Esta vez aderezado con metalenguaje: la acción se sitúa en Hollywood y el prota es un guionista.

Los hay que no soportan este tipo de filmes deudores de Tarantino y les entiendo. A mí normalmente me ocurre, pero con las películas de McDonagh hago una excepción: puesto a seguir la estela tarantiniana, es el que mejor lo hace, sabe dirigir actores como los ángeles (Sam Rockwell, Tom Waits y Christopher Walken están espectaculares), sus películas son muy divertidas y además, como demuestra en Seven Psychopaths, también sabe reírse de sí mismo y de su cine. El resultado es estupendo; que se lo digan a la audiencia de Sitges que río a carcajadas, ovacionó durante la proyección, y disfrutó como una enana. 

Óscar Aibar se pierde en el su propio bosqueUn survival en toda regla

Ya sabemos como va: un grupo de desconocidos en un lugar aislado ven como un villano (o monstruo) comienza a asesinarles uno a uno… hasta la confrontación final. Es una formula que siempre funciona, y hasta tiene un nombre: el survival. Tower Block es un survival en toda regla. 

El éxito de este subgénero depende de lo que aporte de nuevo sin cambiar la formula mágica: En el caso de esta producción inglesa, dos son las novedades. La primera, el malo, un francotirador que con precisión brutal se dedica a asesinar a los habitantes de la última planta de un bloque a punto de ser derribado, los que se niegan a marcharse de sus casas. 

La segunda es, precisamente, ese bloque y ese mundo. El cine de género británico ha encontrado una mina en la mezcla entre thriller/terror y realidad cotidiana: los personajes de Tower Block son gente de clase baja, o directamente chonis en chandal. Eso no solo los convierte en más cercanos sino que además hace su enfrentamiento con el malvado mucho más emocionante: son gente normal, como cualquiera de nosotros, emperrados en sobrevivir contra un enemigo implacable, casi sobrenatural. 

Claro que mezclar realismo con las convenciones de género no es fácil, pero de Londres para arriba parecen tenerlo la mar de controlado. Tower Block es tensa, entretenida, y tiene momentos muy buenos (Ese macarra chungo interpretado por Jack O’Connor se merece spin off), un thriller pequeño y casi redondo (la revelación del villano resulta un poco decepcionante, y algunas acciones de los protagonistas sitiados tienen menos sentido de lo habitual) que merece ser estrenado en salas y que aquí, ya ha ganado el premio a la mejor película en su sección paralela a la oficial.  

Óscar Aibar se pierde en el su propio bosque26 cortometrajes

Hace una semana (aunque parezca un mes; la vida de Festival) hablábamos de una cinta de episodios, V/H/S y del carácter irregular que por naturaleza tienen estas antologías: hay capítulos mejores que otros. Y si eso ocurría en un film de cinco historias, imaginénse en The ABCs of Death dónde 26 directores (cada uno utilizando una letra del abecedario) realizan 26 cortometrajes sobre el tema de la muerte, de cuatro minutos de duración cada uno.

Hay de todo: grotesco, onírico, clásico, gore, absurdo y perturbador (mucho). En mi opinión la media general es buena, y como dijo Vigalondo en la presentación, si a uno le disgusta especialmente algún segmento, siempre puede consolarse con que ya está a punto de acabarse: los cuatro minutos son un acierto. Y cuando funcionan, hay segmentos estupendos.  Además, uno consigue descubrir nombres de gente que demuestra un talento considerable: En mi caso,  lo de gente como Marcel sarmiento, Adam Wingard o Lee Hardcastle. Ya solo por eso, The ABCs of Death merece la pena.

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