'Great Yarmouth'

‘Great Yarmouth: Provisional Figures’: el hombre es un lobo para el hombre

'Great Yarmouth: Provisional Figures'
Desesperanzada
La sordidez y la deshumanización de la sociedad en una película oscura y que ofrece pocas salidas
3.5

El director portugués Marco Martins aporta a la Sección Oficial un largometraje sobre la inmigración ilegal y cómo los seres humanos se convierten en depredadores para otros seres humanos en la deshumanizada sociedad contemporánea.

Tânia (Beatriz Batarda), una mujer portuguesa casada con el dueño (Kris Hitchen) de un hotel derelicto en la localidad costera de Great Yarmouth (condado de Norfolk, Gran Bretaña), otrora centro turístico importante ahora convertido en lugar de llegada de inmigrantes ilegales procedentes de Portugal, se dedica a proporcionar mano de obra barata a un matadero de aves de la localidad.  Tânia alberga la esperanza de, con el tiempo, poder convertir el hotel de su marido, en el que ahora aloja en pésimas condiciones a los inmigrantes paisanos que trabajan en el matadero, en un alojamiento turístico para ancianos, y pone todo su empeño aprendiendo inglés y robando a su marido parte del dinero que ingresan. Pero sus planes se trastocan cuando llegan a Great Yarmouth un hombre (Nuno Lopes) y su cuñada, en busca del hermano del que no tienen noticias.

Marco Martins no escatima en detalles sórdidos para presentar la que quizá sea la película más desesperanzada de este Zinemaldia (quizá junto a la colombiana Los reyes del mundo). Utilizando como metáfora el mundo de las aves y la ornitología, ofrece una contraposición entre las salvajes que viven en los pantanos y los pavos que llevan al matadero, a los que sitúa en el mismo plano de la cadena trófica que los inmigrantes ilegales, personas que son utilizadas, masacradas y consumidas igual que las aves de granja. Con una fotografía oscura que abunda en el naturalismo sucio, no duda en mostrar la cochambre de las habitaciones y la cochambre del espíritu humano, ofreciendo poca salida. Logra crear una atmósfera desagradable cuyo hedor traspasa la pantalla, y el espectador tiene dificultades para sentir algo más que desolación. Ni siquiera los momentos de enamoramiento de Tânia se libran de la mugre y la desesperación. Quizá lo mejor sea su tono que pasa de drama social a thriller con facilidad.

No es Great Yarmouth una película agradable, ni pretende serlo. La excesiva sordidez subraya el poderoso mensaje de la deshumanización en la sociedad neoliberal, en la que todo se justifica con el dinero. Y la metáfora ornitológica, y el parlamento final, arrojan al espectador a un abismo del que no se sale fácilmente si no se tiene un mínimo de estómago.