'El llanto'

‘El llanto’: San Sebastián juega a ser Sitges

'El llanto'
Hipnótica e irregular
El debutante Martín-Calero reflexiona sobre la violencia contra la mujer en esta cinta de género
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Es todo insólito en El llanto, el debut de Pedro Martín-Calero. Lo primero es que una película de género se haya colado en la Sección Oficial de San Sebastián, y más siendo española. Tampoco es fácil lograr que la guionista, Isabel Peña, abandone por un rato a su inseparable Rodrigo Sorogoyen para firmar con otro director. No es tampoco habitual que una cinta de terror transite durante la mayor parte del metraje por otros derroteros alejados de dar sustos al espectador.

Se trata de una cinta irregular, como suele ocurrir con los títulos noveles, pero también absolutamente hipnótica, que transcurre en dos tiempos. Uno, el actual, el amor en los tiempos de Zoom, en la que emerge la figura de Ester Expósito, deslumbrante, que descubre que ha sido adoptada mientras su amor,  Álex Monner, siempre solvente, pasa unos meses en Australia. El otro es La Plata (Buenos Aires), 20 años antes, que ofrece un poderoso duelo interpretativo entre Mathilde Ollivier y Malena Villa.

Los momentos de terror, bien logrados, buena parte a plena luz del día, convirtieron a ratos el Kursaal en Sitges, pero la trama está especialmente interesada en reflexionar en la violencia contra las mujeres como algo hereditario, incluso entre mujeres jóvenes e independientes. El guion funciona también como una perfecta explicación de las visiones de muchas personas con trastornos de salud mental, tan reales para ellos, pero que no logran obtener la más mínima comprensión de su entorno.

La cinta alcanza su mayor altura en el tramo argentino, cuando aborda la trama metacinematográfica protagonizada por los personajes de Ollivier y Villa, en el que el espectador se recrea como voyeur del  fascinante personaje de la francesa. Mención especial merece la música electrónica de Olivier Arson, compositor de cabecera también de Sorogoyen, que eleva tanto lo fantástico como lo dramático.

El llanto es, sin duda, uno de los grandes elementos de discordia del festival, aunque seguro que no será un elemento que importe lo más mínimo al buen número de espectadores que la espera en las salas.