La peripecia de Hildegart Rodríguez Carballeira es tan impactante que no es esta la primera película, ni probablemente será la última que se dedique a esta líder de la izquierda feminista durante la II República Espanola, una intelectual superdotada, tan especialista en el tabú que era entonces la sexualidad femenina como virgen, de ahí el título.
Paula Ortiz afronta su película en castellano más ambiciosa, gracias a los seis millones que ha puesto Amazon sobre la mesa, quizá por eso estamos ante su propuesta menos onírica y esteta, en cambio nos regala un pulso narrativo impecable, que no solo se recrea en las escenas históricas de multitudes, sino que aborda un gran trabajo de intimidad entre madre (Najwa Nimri) e hija (Alba Planas), ambas pioneras del feminismo español, y su criada (Aixa Villagrán), que hay que agradecer al guion de Clara Roquet y Eduard Sola.
La directora, feminista e izquierdista confesa, realiza un ejercicio de honestidad al llevar a la pantalla a esta madre fanática que al tiempo que trata de criar a la mujer del siglo XXI y desafiar a una sociedad machista, incluso en los ambientes socialistas y anarquistas en los que se mueven, tropieza con muchos de los defectos del patriarcado que ella misma critica, el fundamental es que no permite a su hija ni un milímetro de la libertad que reclama para el resto de mujeres (“todo lo tuyo es mío”, repite), convirtiéndose en una Bernarda Alba roja que corrige a su criatura en cada mínimo paso que da fuera la línea que le marcó incluso antes de nacer.
La película no alcanzaría el nivel de opresión que logra sin la enorme presencia de Najwa Nimri, que renuncia a cualquier amaneramiento, para conducirse a través del metraje tan férreamente como su personaje. Logra a estar a la altura del duelo interpretativo la joven Alba Plans, como Hildegart, que va desvelando todas las capas del personaje (introvertida, sabia, inocente, ilusionada, resignada…). Por no olvidar a la gran Aixa Villagrán que aporta el respiro de humanidad y humor que tanta solemnidad requiere y a Patrick Criado, más que solvente como el joven socialista que aspira a convertirse en el primer amor del genio.
Paula Ortiz, siempre lorquiana, viene a recordarnos con esta historia aquello que aprendió de Doña Rosita la Soltera: “El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”, que es lo que está a punto de lograr con Hildegart su madre, que jugando a ser dios olvidó que ya Calderón nos había desvelado que la mayor virtud del creador fue conceder al hombre, y también a la mujer, el libre albedrío.