'On Falling'

‘On Falling’: En busca del contacto humano en una sociedad deshumanizada

'On Falling'
Brillante debut
Laura Carreira golpea con fuerza al hablarnos sobre la sociedad deshumanizada de los nuevos entornos laborales
4.5

Los nuevos entornos laborales en grandes almacenes de apps de compra son especialmente alienantes y deshumanizados, sobre todo para las personas migrantes, que llegan a un país cuya lengua no manejan para acometer trabajos mal pagados que reducen su vida social al comedor de la empresa o a la cocina del piso compartido. Este es a grandes rasgos el gran tema que trata con solidez y humanidad la debutante Laura Carreira en On Falling, película que compite en la Sección Oficial de este 72º Festival de Cine de San Sebastián. Y lo hace apadrinada por Ken Loach, el director que mejor ha tratado a la clase obrera y sus problemas, tanto laborales como familiares.

Aurora es una mujer portuguesa de mediana edad que trabaja en un centro de este tipo en Escocia. Su jornada laboral consiste en pasear por pasillos kilométricos con un carrito y un escáner de códigos de barras, llenando las dos cestas del carrito con los pedidos de los clientes. Por supuesto, esto lo tiene que hacer en el menor tiempo posible para no fallar a unos jefes que le premiarán la productividad con una chocolatina y le castigarán cuando no cumpla. Fuera de eso, su vida y los contactos humanos que logra mantener se reducen al viaje diario en coche con una compañera de trabajo, el comedor, en el que las conversaciones se reducen a las series que han visto o los vídeos de redes sociales, y la media hora que pasa en la cocina de su piso compartido mientras cena, con otros inmigrantes como ella (españoles, polacos, rusos…). Pero ella no desespera y siempre intenta entablar conversación, amistad o quién sabe si algo más. Pero un accidente tan tonto como que se rompa la pantalla del móvil puede dar al traste con una endeble economía y con su salud mental.

Carreira se centra en el rostro amable pero triste de Aurora (Joana Santos) y en la repetición sin fin de los días grises y lacónicos -el machacón beep del lector de códigos, que se convierte en inquietante cuando tarda un poco más en encontrar algo es casi el único sonido que se escucha día tras día-, junto a las escenas de comedor, en las que siempre se oyen las mismas conversaciones, para hablarnos de la deshumanización en este tipo de entornos laborales, y cómo minan la vida de unas personas que ansían, como todos, un poco de calor humano. Y las salpica, aquí y allá, de escenas en las que se puede ver un poco de la vida que Aurora querría tener, escenas luminosas en las que su sonrisa se abre y su mirada se vuelve alegre.

Muestra una vida extenuante y precaria que siempre lleva al borde del abismo, se llame este depresión o como se quiera llamar, una vida que se desnuda de lo más básico para convertirse en un engranaje al que no se permite fallo y que por supuesto tiene difícil escapatoria.