'The Last Showgirl'

‘The Last Showgirl’: el ocaso de una bailarina de Las Vegas

'The Last Showgirl'
Apreciable
Sensible retrato del ocaso de una estrella
3.5

¿Qué se puede hacer cuando el único mundo que conoces se derrumba, cuando te dicen que ya no puedes seguir haciendo lo único que sabes hacer porque a nadie le interesa, cuando te enteras de que lo que llevas haciendo toda la vida solo valía cuando eras joven y sexi? Gia, la nieta de Francis Ford y sobrina de Sofia, lleva años demostrando que tiene voz propia y mucho por contar, y para The Last Showgirl, que está en esta edición del Zinemaldia, en Sección Oficial a concurso, toma a una estrella «fracasada» como Pamela Anderson y la transforma en Shelly, una vedette de Las Vegas que atraviesa el peor momento de su carrera cuando le comunican que el espectáculo en el que lleva trabajando 30 años va a ser sustituido por otro más actual y que ella no tiene cabida en él. Y también lo que supone creerse una estrella en un mundo tan falso y tan trasnochado como Las Vegas.

Ella y sus amigas y compañeras de espectáculo, a las que se unen una vieja vedette que ahora trabaja de camarera en un casino, para el que también le hacen saber que está demasiado vieja, se plantean lo que harán a continuación, pero ninguna siente el vacío de Shelly, que no tiene la juventud ni la experiencia necesaria para hacer nada más. E inciden en este problema las conversaciones con su hija, que le reprocha haber abandonado sus deberes como madre para dedicarse a ese espectáculo.

Rodada con el pulso y la estética tomados al indie estadounidense, con bellas imágenes de Anderson sin maquillaje y vestida de calle -en plenos arrebatos de delirio o decepción-, alejándose del glamour de las lentejuelas y el strass, escenas reveladoras y decididamente sórdidas, como el baile de Jamie Lee Curtis (completamente transformada en una cabaretera trasnochada con exceso de maquillaje) en el casino al ritmo de Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler, con algunos diálogos realmente crudos, en algunos momentos resulta demasiado videoclipera y un pelín estereotipada, pero el retrato de la mujer que ha perdido lo que le daba interés para un lugar tan de cartón piedra como Las Vegas es sensible y emotivo, y muy eficaz.