Festival de Cine de San Sebastián 2010

Un remedo de Berlanga en Marruecos

Antes de la llegada del huracán Julia, por la sección oficial de San Sebastián ha pasado La mezquita, una producción marroquí en forma de sátira que podría ser la sobrina de los grandes títulos de Berlanga y Azcona. Pero esta modesta cinta enseguida ha quedado eclipsada por Come, reza, ama, no desde luego por su calidad, sino por el fulgor de sus estrellas.

Come, reza, amaDigamos cuanto antes que la cinta de Ryan Murphy es más bien aburrida y complaciente con su público. Como el libro del que parte, se reduce a un manual de autoayuda para mujeres no tan jóvenes y divorciadas que se ven obligadas a buscarse (otra vez) su sitio en el mundo. El arranque en Nueva York es un topicazo sólo aliñado por la presencia de Viola Davis y Mike O’Malley; le sigue un episodio en Italia, que recuerda mucho a Solo tu, que viene a ser el único trozo que funciona; porque el tercero, en un centro de meditación en India, da un poco de grima, por mucho que Richard Jenkins se esfuerce; la parte final, con un chamán balinés tiene menos ínfulas de trascendencia y trae por fin a Javier Bardem.

Pero por extraordinario que nos parezca el actor español, lo cierto es que no puede encajar menor en el personaje. Ni su relación con Roberts es creíble dada su absoluta falta de química ni, desde luego, que sea padre de un joven veinteañero con una pinta de universitario americano que hace cortocircuito. Lo único que es común a todo el metraje de Come, reza, ama es que Ryan Murphy ha tenido el buen criterio de dejar que Julia Roberts lleve el peso de la película. Y con su encanto, su sonrisa y su calidez, las dos horas veinte minutos se hacen soportables.

La mezquitaEn cambio, La mezquita, del marroquí Daoud Aoulad-Syad, pasa como un suspiro. La película parte de una premisa real: para su anterior película levantaron el decorado de una mezquita en las tierras de un campesino y una vez terminado el rodaje los vecinos del pueblo empezaron a usarla como centro de oración, privando al agricultor del campo que le procuraba el sustento. A partir de ahí, Aoulad-Syad elabora la historia de una reivindicación en tono de comedia. La obstinación de este encantador Moha por recuperar su terreno dejando a un lado cualquier otro aspecto de su vida procura situaciones muy divertidas y ofrece una interesante visión de la sociedad del campo marroquí.

Pero, sobre todo, La mezquita es una parábola sobre cómo el Islam lo está invadiendo todo en los países árabes, sobre el profundo conflicto que provoca haber incorporado a Alá y a sus representantes en la política, la justicia, la familia… en la vida. El defecto de la película es que Aoulad-Syad no ha llegado hasta el final. La cinta concluye abruptamente, con el conflicto sin resolver y sin plantear tampoco ninguna salida. Tal vez termine así porque en la realidad el conflicto sigue sin solución, pero para eso está el cine, el arte. La mezquita es, pues, una fábula sin moraleja.

Fuera de competición merece la pena destacar L’amour fou, un documental sobre Yves Saint Laurent que en lugar de recorrer los hitos del gran modisto, se centra en descubrir su faceta más íntima a partir de una larga entrevista con Pierre Bergé, su gran amor.