Uno de los actores más longevos y prolíficos del cine español, Manuel Alexandre, ha fallecido este martes en la clínica San Camilo de Madrid, donde llevaba ingresado dos semanas a consecuencia de una insuficiencia cardiorespiratoria. A los 92 años y con más de 300 películas en su haber, no pudo cumplir su deseo de vivir hasta los 101 años como su padre «que hasta los noventa se tomaba copa y puro. Y ya se sabe que todo está en los genes». La capilla ardiente se instalará este miércoles en el Teatro Español.
Con la muerte de Alexandre desaparece uno de los últimos supervivientes de esa estirpe de actores llamados cómicos. A sus 92 años –hubiese cumplido 93 el 11 de noviembre-, era memoria viva de la historia del cine y del teatro español del siglo XX. Propietario de una carrera formada por más de 300 películas, innumerables obras de teatro y mucha televisión –su última aparición fue en la miniserie 20 N: Los últimos días de Franco-, a Alexandre le brillaban los ojos cuando recordaba sus visitas al cine Encomienda, donde leía los letreros del cine mudo a una viejecita; su formación como fontanero, el oficio de su padre; la guerra; el teatro, donde conoció a su hermano, Fernando Fernán-Gómez, con el que fue por primera vez a las tertulias del Café Gijón en el 42; y las palabras de las profesora de escena Carmen Seco. «Me gustaba mucho el drama, pero ella me dijo que no me hiciera ilusiones, porque con mi figura lo mío era el trabajo cómico».
Decía que seguía trabajando por dinero, pero le gustaba ese oficio por el que recibió numerosos reconocimientos, entre ellos la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio. Muy querido por sus compañeros, Manolito, como le llamaban sus íntimos, nunca se apeó de su inconfundible sonrisa. Toda estaba preparado para que fuese abogado, pero descubrió el teatro universitario, abandonó la Facultad y se apuntó en la Escuela de Arte Dramático de Madrid. Dos cuentos para dos fue su debut en la gran pantalla, donde siguió su carrera participando en el clásico Bienvenido Mr. Marshall.
Muerte de un ciclista, Calabuch, Plácido, Calle Mayor, Atraco a las tres, El verdugo, El año de las luces, El bosque animado, Todos a la cárcel, Elsa y Fred, Y tú ¿quién eres? o El prado de las estrellas son sólo una pequeña muestra de las historias que han contado con el rostro, los ojos traviesos y la voz de este actor nacido en Madrid en 1917 a quien le gustaba hacerlo «muy sencillo, pero muy distinto». «Lo mío no es vocacional porque acompañé a un amigo del cuartel a una prueba, recité un verso y como salió bien, pues hasta ahora. Esta profesión me ha dado muchas satisfacciones y me ha permitido vivir holgadamente», decía.
Con pocos protagonistas en su larguísima carrera, tenía terror a los aviones y era un incondicional del amor y la Coca-Cola. Soltero y sin hijos, Alexandre no era ambicioso pero echaba de menos «no haber interpretado más roles heroicos». «Me han dado muchos papelitos cómicos porque como me veían simpático…Yo nunca me he sentido así, por lo que tuve que aprender a reír, hablar y sentir como si lo fuera», rememoraba el que fue Goya de Honor 2002 a quien la edad no mermó su capacidad de trabajo.
Creía en la suerte y se llevaba muy bien con sus jóvenes colegas. «Hay intérpretes jóvenes buenísimos. Pero nunca digo nombres porque no me gusta elegir. Sólo hablo de mi hermano: Fernando Fernán Gómez. Para el trabajo no, pero a la hora de acordarme de los nombres se me va la cabeza», expresaba Alexandre, para quien era sagrado los encuentros con sus viejos amigos. «No voy a ver espectáculos, veo muy poco cine y casi nada televisión, y tampoco leo los periódicos. No me hace falta. A lo que no falto es a las tertulias del Café Gijón, a las que voy desde 1942», declaraba este nombre de las compañías teatrales de Guillermo Marín, Mercedes Prende, Aurora Redondo e Ismael Merlo, al que le ha quedado por hacer alguna obra de repertorio como El mercader de Venecia.