Desde hace meses se viene hablando de {ln:Sweeney Todd} incansablemente.
Primero por la envergadura del proyecto (llevar al cine una pieza de
teatro capital), luego por el equipo elegido (Tim Burton y toda su troupe), luego
por los problemas en el rodaje (se suspendió por la gravísima
enfermedad de la hija de Johnny Depp), después por su fugaz paso por el
Festival de Venecia (se proyectaron 10 minutos en el homenaje a Burton)
y por último su ausencia de trailer. Y ahora que el vídeo está aquí no
ha defraudado a (casi) nadie. ¿Tenemos ya al ganador de los Oscar?
Hacer esa afirmación seguramente es ir demasiado lejos. Al menos, lo es sin echar un vistazo al resto de contendientes. Por un lado tenemos un puñado de películas que abordan la guerra de Irak: la gran {ln:En el valle de Elah}, de Paul Haggis; la incógnita de Charlie Wilson’s War, del irregular Mike Nichols; Redacted, el pinchazo de Brian DePalma; la menos ambiciosa {ln:Stop-Loss}, de Kimberly Peirce; o incluso la británicamente antiamericana La batalla de Hadiza, por la que Nick Broomfield ganó el premio al mejor director en San Sebastián.
Por otro, unas cuantas que se meten en el arenal de Afganistán: la esperadísima {ln:Leones por corderos}, de Robert Redford; y la arriesgada The Kite Runner, de Marc Forster. A ellas hay que añadir {ln:Rendition}, de Gavin Hood, que aborda las cárceles secretas de la CIA; y {ln:There Will Be Blood}, de Paul Thomas Anderson, que aunque se desarrolla en el siglo XIX es una metáfora sobre las guerras en las que se entremezcla el fanatismo religioso con el petróleo.
A los Oscar no terminan de gustarle las películas políticas. Cuando se enfrentaron Brokeback Mountain convertida en bandera de las reivindicaciones homosexuales, Buenas noches… y buena suerte interpretada como alegato contra la manipulación informativa por parte del Gobierno de EE UU, Munich entendida como la bofetada de un judío a la brutalidad del Gobierno israelí con el beneplácito estadounidense y Truman Capote con toda su carga contra la pena de muerte, la ganadora fue Crash que dirigía su acidez hacia esa masa de vecinos que hemos dado en llamar sociedad.
Pero no todo es política. También tenemos el {ln:American Gangster} de Ridley Scott que reúne a uno de los actores más queridos, Denzel Washington, con el más odiado, Russell Crowe. Este equipo ya ganó con Gladiator y raro sería que repitieran. También hay un melodrama convencional y de buena factura como {ln:Expiación}, pero sus productores cometieron el error de estrenarlo en el Festival de Venecia donde le dieron para el pelo. Y la segunda parte de un drama histórico como es {ln:Elizabeth: La edad de oro}, cuya primera parte no gustó a todos.
Casi todas estas películas tienen potencial para optar al Oscar a la mejor del año, pero a todas les falta algo: novedad. Y eso es lo que ofrece {ln:Sweeney Todd}, un musical que lleva el género más allá de lo que nunca se imaginó. Stephen Sondheim, su autor, aborda en su obra maestra grandes temas al estilo de las tragedias de Shakespeare: la venganza, el deseo, la corrupción, la bajeza moral… Si, como parece apuntar el trailer, Tim Burton ha captado la esencia de la historia y la ha sabido llevar a imágenes libremente, haciendo una verdadera película que se desprenda de su origen teatral; si Johnny Depp, Helena Boham Carter o Alan Rickman están tan soberbios como muestran estas primeras imágenes; si todos los detalles de la película (fotografía, decorados, vestuario, efectos visuales) son tan abrumadores como aparecen en el vídeo, {ln:Sweeney Todd} va a ser, como mínimo, un hueso muy duro de roer para sus rivales.
No es que la competencia por los Oscar haya terminado. Es que hay una gran favorita y los demás tendrán que hacer lo que puedan.