“No” ha sido la palabra que más veces ha escuchado el productor de la entrega de los Oscar, Gil Cates, en la búsqueda del anfitrión para este año. El primero en pronunciarlo fue Billy Cristal. Luego de su equipo cuando surgían nombres ya conocidos como Steve Matin o Whoopi Goldberg: el primero por su poca audiencia, la segunda por dar rienda suelta a la sinhueso. El último “no” fue a través de la prensa: Chris Rock, que el año pasado consiguió recuperar a un parte del público joven, dijo que tenía cosas mejores que hacer. Quién sabe cuántos otros noes se habrán escuchado por el camino.
Pero finalmente Jon Stewart dijo sí. Perfecto desconocido para la mayoría del público fuera de EE UU, es sin embargo el único periodista al que escuchan los jóvenes del país. Su programa se llama The Daily Show y se emite por la cadena de cable Comedy Central, filial de la MTV.
Allí, cada día, elabora un informativo satírico con muy pocos pelos en la lengua. En España lo más parecido es Noche H, el programa de Eva H en Cuatro. Como en este caso, Stewart hace entrevistas a personajes famosos y a otros no tanto, artistas y políticos. Poco a poco, el Daily Show se ha ganado la fama de hacer la crítica más afinada y libre de la televisión de EE UU.
Pero las dudas sobre la elección flotan en el aire. La última vez que la Academia contrató a un presentador de televisión fue un fiasco que aún se recuerda con horror. En 1994 David Letterman, uno de los grandes del late night sembró la ceremonia de comentarios descontextualizados, burlas a actores presentes en el teatro y chistes incomprensibles (nadie olvida el “Uma, Oprah. Oprah, Uma”).
Jon Stewart tiene ante sí un doble reto: mantener la lucha por la audiencia sentando a más jóvenes delante del televisor y ser capaz de superar su propio programa y comprender que la ceremonia de los Oscar es el único programa anual de televisión con mil millones de espectadores. Y la mayor parte ni siquiera habla su idioma.