Se abre el telón y aparecen sobre el escenario Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas con un sobre en una mano y un Oscar en la otra. ¿Cómo se llama la película?
Era indudable que había que completar el cuarteto de amigos y compañeros, integrantes de una generación de marcó la historia de Hollywood. Lo de abrir el sobre fue casi protocolario. Martin Scorsese ha subido al escenario, ha pedido que chequearan que su nombre figuraba en el papelito y, al borde de las lágrimas, ha agradecido que, esta vez sí, el Oscar fuera para él. Y ya entre bambalinas apenas daba crédito a que Infiltrados fue también elegida mejor película del año. Y eso a pesar de que un rato antes había estallado en llanto cuando su amiga Thelma Schoomaker recogía su tercera estatuilla como montadora y en risas con el discurso de agradecimiento de William Monahan por el galardón al mejor guión adaptado.
E, cambio, el aireado protagonismo del cine mexicano se ha saldado con tres Oscars para El laberinto del fauno: fotografía, dirección artística y maquillaje. No pudo vencer como mejor película extranjera a La vida de los otros, la misma película que se impuso a Volver en los Premios del Cine Europeo. Con la cinta de Del Toro, tres españoles han recibido estatuillas: la decoradora Pilar Revuelta y los maquilladores David Martín y Montse Ribé.
Pequeña Miss Sunshine ha ido de farol durante buena parte de la ceremonia después de ganar, medio por sorpresa, el Oscar al mejor actor de reparto para Alan Arkin. Y de imponerse a las grandes rivales de la categoría de mejor guión original. También dos estatuillas se ha llevado Dreamgirls: Jennifer Hudson como mejor actriz de reparto y mejor mezcla de sonido.
Pero la películas que han salido peor parada ha sido las más nominadas: Babel se han tenido que conformar con un solo premio: el segundo Oscar consecutivo del músico Gustavo Santaolalla.
Los únicos galardones que apenas han reportado emociones en la entrega han sido los de mejores actores protagonistas: Helen Mirren por La reina y Forrest Whitaker por El último rey de Escocia han puesto una mueca de sorpresa suficiente. Al único que se le escapó un gesto torcido ha sido a Peter O’Toole, ocho nominaciones sin estatuilla aunque ya haya recibido el Oscar honorífico.
El homenajeado de la noche, Ennio Morricone, ha suplido su escasa simpatía con un discurso en italiano plagado de sollozos. La platea del teatro Kodak puesta en pie sonaba a homenaje sentido y emocionado.
Ellen DeGeneres, que ha debutado como anfitriona, ha estado eficaz y ha sabido dosificar sus apariciones. E, incluso, ha sido capaz de romper sin estruendo el rigor de la ceremonia pasando el aspirador por los pies de los protagonistas de la noche o pidiéndole a Spielberg que le sacara una foto con Clint Eastwood. De lo que no ha sido capaz ha sido de mantenerse en las tres horas y media de duración que había sido norma en los últimos años. Esta vez se han bordeado peligrosamente las cuatro horas.