La lista de nominados en esta categoría este año es una de las más justas, completas y variadas de los últimos tiempos. Los cinco nominados, aparte de ser cinco de los mejores nombres en la cinematografía actual, ofrecen un conjunto de trabajos sin miedo al riesgo y en los que se toman decisiones técnicas arriesgadas y nada convencionales que combinan herramientas actuales y novedosas con tecnologías más antiguas.
Seamus McGarvey por Anna Karenina
El norirlandés Seamus McGarvey, que ya estuvo nominado en esta categoría por su magnífico trabajo en Expiación (Joe Wright, 2008), vuelve a estarlo por su nueva colaboración con el director Joe Wright, cuyo resultado no puede ser más esplendoroso a pesar de haberse incorporado al equipo tres semanas antes del comienzo del rodaje y de que la ambientación teatral de la película fuese una decisión de última hora debido a necesidades económicas. Un recorte de presupuesto que ha dado lugar a una de las adaptaciones cinematográficas más ambiciosas desde el punto de vista creativo que he visto en mi vida, y que llevaron a McGarvey a utilizar técnicas antiguas y teatrales de iluminación, a rodar en celuloide, en cinemascope y con lentes anamórficas para ganar en riqueza de texturas y suavizar las transiciones entre la escena teatral y los exteriores reales, un efecto que se apoya en la iluminación dinámica, más propia del teatro. El respeto al texto le llevó a tomar la decisión que más influye en el exquisito aspecto final de la película, y fue contrastar la vida corrupta de la ciudad con lo bucólico de los escenarios rurales, los campos de flores que terminan rebosando la escena en la secuencia final: mientras en las escenas urbanas la luz es mucho más dura y artificial, en las campestres es más natural, transmitiendo también la idea de llegada de una nueva era llena de esperanza, lejos de la oscuridad y crispación de la era de los zares.
Robert Richardson por Django desencadenado
Colaborador de Oliver Stone, nominado en ocho ocasiones y ganador de tres Oscar (JFK en 1991, El aviador en 2004 y La invención de Hugo en 2012), Richardson consigue con su cuarto trabajo junto a Quentin Tarantino plasmar las visión bastarda del director, siempre llena de múltiples referencias culturales de lo más variadas, sobre dos géneros aparentemente contradictorios desde el punto de vista visual: el western y las películas blaxploitation de los años 60 y 70, en las que prima el contraste entre blanco y negro. A esto se añade el gusto de Tarantino por los colores pop más saturados que obligaron a Richardson a trabajar con una paleta de color diferente de la que él acostumbra, por lo que tuvo que asegurarse de que esa paleta tan brillante usada en escenarios naturales no fuese un elemento de distracción para el espectador ni crease un efecto de postal turística. El resultado es tan bastardo como fascinante desde el punto de vista de la fotografía, un reto que recibe con la nominación un justo reconocimiento.
Claudio Miranda por La vida de Pi
El chileno, con experiencia en rodajes en 3D, recibe su segunda nominación al Oscar (tras El curioso caso de Benjamin Button en 2008), por esta fábula del director taiwanés Ang Lee que tenía la enorme dificultad de recrear la visión fantástica del escritor Yann Martel en la novela del mismo título. El impresionante tratamiento del mar, una complicación añadida pues las cámaras digitales suelen leer el reflejo del sol en el agua como ruido, que adquiere una textura que no resulta para nada electrónica (recurrieron a oceanógrafos e ingenieros para recrear en postproducción las ondulaciones del mar), las épicas escenas bajo el agua hacia el final de la película, o la ceremonia india iluminada en un 99% con velas, son sólo ejemplos de los esfuerzos que hizo el director de fotografía por traducir a imágenes los objetivos de Lee, y muy justos merecedores del premio final.
Janusz Kaminski por Lincoln
La colaboración de Kaminski con Spielberg, que se ha visto retribuida con dos Oscar (La lista de Schindler y Salvar al soldado Ryan) y otras tres nominaciones (Amistad, Caballo de batalla y Lincoln), ha sido tan extensa como variada. En esta ocasión, le daba la oportunidad de trabajar una película de época centrada en el retrato y el drama humano, con mucha presencia de interiores. Uno de los retos era combinar la sensación de realidad con la imagen idealizada que tiene el público sobre la época y tan importante figura central, sin sacrificar elementos narrativos y de definición del personaje: es decir, transportar al espectador a ese tiempo de una manera natural. De ahí la decisión de dar un tratamiento pictórico a las imágenes, con fuertes luces y sombras, sin estilizar la película más allá de lo perceptible y siempre resaltando el protagonismo absoluto y vertebrador de Daniel Day-Lewis, con la iluminación haciendo énfasis dramático a los problemas complejos a los que se enfrentaba Lincoln. Uno de los mejores directores de fotografía de la actualidad no debería pasar inadvertido la noche del 24 de febrero.
Roger Deakins por Skyfall
La filosofía de trabajo de Deakins como intérprete de palabras más que como fotógrafo le convertían en una elección poco usual para una película de acción como esta de la saga 007. Sus diez nominaciones (y ninguna estatuilla) por trabajos tan variados y ricos como El lector, Fargo, El hombre que nunca estuvo allí, No es país para viejos o Valor de ley hacen que haya deseo de que se haga justicia y su gran labor se vea recompensada en la gala con un premio. A esto se añade que su trabajo es realmente fascinante y novedoso en un género en el que a menudo estos aspectos técnicos se generalizan y se convierten en tópico. Usando las mismas técnicas de iluminación que en dramas como Revolutionary Road, evitando movimientos de cámara innecesarios y desquiciantes y exceso de planos, hace que la cámara reaccione a lo que hacen los actores. En cuanto a la paleta de colores, Deakins jugó con amplitud, contrastando secuencias oscuras y misteriosas en interiores con las luces de los exteriores, y no teniendo ningún medio a las sombras, ni a tomar decisiones arriesgadas en secuencias que cubren gran parte de un día con sus cambios de luces.