Críticas desde Cannes: ‘Le passé’, ‘A touch of sin’ y ‘The Congress’

La segunda jornada del festival de Cannes de este año ha dejado un ligero a sabor a decepción con Le passé, la última película de Asghar Farhadi (Nader y Simin, una separación), que ha rodado en francés en esta ocasión. También se proyectaron la dura cinta china A touch of sin de Jia Zhangke y lo último del director de Vals con Bashir, Ari Folman, que se titula The Congress y cuenta con la actuación de Robin Wright.

Carlos Boyero, El País

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/05/17/actualidad/1368821381_541523.html

  • Le passé, de Asghar Farhadi

La tortuosa trama se inicia con la llegada de un iraní a París para divorciarse de la mujer francesa con la que pasó cuatro años. Ella tiene dos hijas de una relación anterior y vive en ese momento con otro hombre y con su hijo. La atmósfera de esa casa asegura que todos atraviesan una convulsión interior, que los adultos y los niños están desquiciados, que existe una lacerante culpabilidad por el suicidio de alguien que flota como un fantasma sobre la conciencia y el recuerdo de este grupo de gente. Se supone que Farhadi nos ofrece una sucesión de cajas chinas que se van abriendo para llegar a aterradoras revelaciones, pero el método de Farhadi para contar esto se ha vuelto plano, fatigoso, teatral en el peor sentido.

  • A touch of sin, de Jia Zhangke

Jia Zhangke, que consiguió el León de Oro en un festival de Venecia con su película Naturaleza muerta, al parecer estaba considerado por el gobierno de su país como un embajador modélico del actual cine chino. Es probable que cambien de opinión hacia su persona cuando vean su última película. Se titula A touch of sin y las cuatro historias que cuenta, que se cruzan y acaban encontrando un sentido común, hablan del malestar colectivo, de la corrupción, de abusos, de injusticias que los desesperados protagonistas acaban resolviendo a tiros, adoptando una violencia letal y suicida. La mirada de Jia Zhangke es cualquier cosa menos complaciente y optimista respecto a las desigualdades y la miseria moral de un país que pretende mostrarse ante el resto del mundo como evolucionado, próspero y feliz.

Luis Martínez, El Mundo

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/17/cultura/1368789809.html

  • Le passé, de Asghar Farhadi

De nuevo, el director repite las claves de su cine transparente. La cámara simplemente desaparece para colocarse en medio de un drama tan complejo, herido e inaprensible como la propia realidad. Hemos llegado. La estrategia, si se quiere, es sencilla. Se trata de dejar la historia en manos de sus personajes y que sean ellos los que la construyan con la colaboración imprescindible del espectador. No hay, para entendernos, una verdad en posesión de narrador, lo real se desestructura y recompone en manos de todas las mentiras, recriminaciones, batallas y derrotas que, en definitiva, crean eso llamado vida. Y ya siento sonar tan apostólico.

Sea como sea, la propuesta de Farhadi consiste precisamente en trenzar las historias de cada uno de los afectados hasta componer una sutil red donde las mentiras y verdades se confunden, justifican y, finalmente, se perdonan. De repente, la realidad se descubre como esa cosa tan confusa, tan difícil de entender y, a la vez, tan dura. Y así el resultado se antoja tan milagrosamente preciso como transparentemente complejo.

  • A touch of sin, de Jia Zhangke

En un tono bastante más crudo que en su película más celebrada (‘Naturaleza muerta’, ganadora en el Festival de Venecia), el director relata en ‘A touch of sin’ la caída desde el sueño de una realidad mejor a, simplemente, una realidad. Que, como casi todas, apesta. Contada por episodios, la cinta rastrea los puntos de unión entre un hombre ofendido por el enriquecimiento brutal y a costa de los demás con un compañero del Partido; un joven que no encuentra más salida que el suicidio; un padre de familia reconvertido en atracador; una mujer (o varias) forzadas a la prostitución… Y así.

Sin piedad, sin concesiones (dos horas y media largas de desolación), la cinta avanza como un ‘buldozer’ sin frenos. No deja heridos. Brutal a ratos, cruda por momentos y desesperanzada siempre. De otro modo, los censores chinos (que los hay) son muy malos. Al final, queda, de nuevo, la sensación de que lo real no es tanto lo que se ve como lo que se siente. Y eso siempre, aunque más impreciso y borroso, duele mucho más. Una gran película por necesaria. Y ahí lo dejamos. Otro día nos extendemos sobre el concepto de necesidad.

  • The Congress, de Ari Folman

Folman utiliza el cuento (de Stanislaw Lem) para replantearse a la vez el propio mundo del cine y todo lo demás. Una actriz (Robin Wright) es escaneada física, emotiva y espiritualmente para que sea su avatar la que la supla. Se acabaron los actores, se terminó el cine. Ingeniosa y hasta coherente premisa que dura exactamente media hora. De repente, la pantalla explota, los actores se reconvierten en dibujos animados y… todo está permitido en este congreso de un futuro imposible.

¿Estamos en una sala de cine o en la cabeza de Folman? ¿Montoro existe? Descabellada, febril, irresistible y… un desastre. Todo junto. Pero, ¿es buena o es mala? Respuesta: no existe, no es una película, es otra cosa. Y eso, aunque sólo sea porque nos hace dudar, es bueno. Mucho incluso.

María Guerra, Cadena Ser

http://blogs.cadenaser.com/la-script/2013/05/17/robo-de-joyas-contra-cine-de-autor/

  • Le passé, de Asghar Farhadi

‘Le Passé’ es la primera película de la sección oficial que tiene posibilidades de premio. El hecho de que Steven Spielberg sea presidente del jurado hace que a la salida de todas las proyecciones los corrillos de periodistas se pregunten si ésta o aquella película pudiera gustarle. Sin duda, Le Passé es un drama intimista que emociona y se acerca a la piel y a las contradicciones de todos los personajes. A Farhadi no le importa reconocer que sus películas siempre son sobre la familia. “No hay nada más cercano al espectador. No se necesita explicar nada sobre los sentimientos de las familias. Todos los conocemos”.

Sin embargo, a pesar de su portentosa maestría para meter su cámara literalmente en la cotidianidad de una familia en crisis, Farhadi se ha quedado lejos del milagro sobriedad sentimental que desplegó en la multipremiada ‘Nader y Simin: una separación’.