Hoy era el día de la última propuesta española en la sección oficial, La voz dormida, de Benito Zambrano. El realizador sevillano ha tardado nada menos que 6 años en volver a ponerse detrás de una cámara de cine y brindarnos otro filme. La voz dormida, adaptación al cine de la novela homónima de Dulce Chacón, llega pisando fuerte, pero se deshincha bastante rápido aunque todo el equipo haga lo posible por mantenerla a flote. El problema no es suyo. Por otro lado, Björn Runge nos trae Happy end, un retrato descarnado de una desesperada madre que lucha como sea por cuidar a su hijo, problemático y maltratador; y finalmente Paddy Considine pelea con buena marca por el premio Nuevos Directores con Tiranosaurio, la espeluznante historia de dos personajes marginados que en su encuentro descubren la forma de huir de sus demonios y del infierno que les rodea.
La voz dormida parte de una base muy potente, muy original, que da una bocanada de aire fresco al manidísimo tema de la Guerra Civil en el cine español, pero esa base, la relación entre dos hermanas andaluzas en la capital de España en tiempos de la Dictadura cuando una de ellas quiere vivir una vida normal ajena a cualquier compromiso político, se va por el sumidero cuando Zambrano decide tomar parte ideológica en la historia. Y el mayor problema es que para nada era necesario tomar esa parte: la historia tiene suficiente fuerza por sí misma como para no necesitar caer en el maniqueísmo izquierdista, el panfleto barato y la denuncia innecesaria y explícita, que trata al espectador como si no supiera qué película ha acudido a ver a la sala.
Gracias a las interpretaciones de todas las actrices, el trago es mucho más llevadero, pero si de algo hay que dar gracias a La voz dormida es de descubrirnos a María León, verdadero cuerpo y alma de esta película que se come las escenas por las que pasa, que no deja compañera de reparto con cabeza y arrasa allá por donde aparece, un ciclón interpretativo con un personaje jugosísimo gracias al cual ya apunta maneras de Concha de Plata. Hasta que conozcamos el resultado el fin de semana, quedémonos con la certeza de que, sin duda, es la primera candidata firme para ganar el Goya a mejor actriz revelación de este año. Sin duda alguna.
Happy end, la película sueca producida por Zentropa (fundada por Lars von Trier), es un oscuro relato de las miserias de una madre, profesora de autoescuela, que tiene que lidiar con su mediocre vida mientras su hijo, maltratador, le hace la vida imposible. Ann Petren, que encarga a esta gélida madre coraje, arma un personaje frágil, cercano y empático que es material indispensable para poder entrar en la historia. Una historia interesante, desoladora, y que transmite más negatividad de la que el título pretende, pero sin duda un trabajo muy destacable a la altura del resto de la sección oficial.
Y finalmente, compitiendo por el premio Nuevos Directores, está el actor/director Paddy Considine, que escribe y dirige Tiranosaurio, una historia espeluznante y brutal que narra la amistad establecida entre Joseph, un viudo borracho y violento; y Hannah, una trabajadora de la caridad con un pasado terrible. Tanto la historia, sin ninguna floritura, pero resuelta con mucha destreza, como las interpretaciones de la pareja protagonista, son elementos a tener en cuenta en este filme.
Peter Mullan, que da vida a Joseph, construye no sólo interpretativamente, sino físicamente, un personaje contradictoriamente fascinante, como ser despreciable durante sus violentas borracheras, y héroe adorable cuando sirve como salvoconducto amistoso para Hannah y su oscuro y terrible ambiente. Olivia Colman, directamente, juega en otra liga. La complejidad de su personaje y la sinceridad de su interpretación, aflige, remueve por dentro y desde luego empatiza hasta niveles incluso físicos. La unica pega a esta película, como ha coincidido gran parte de la crítica, es que no compita en la Sección Oficial, porque de lo contrario, tendriamos una seria y firme candidata a alguna de las Conchas.