Enfilando ya la parte final de la competición en Cannes, se proyectó ayer Fair Game, de Doug Liman, única película estadounidense a concurso. Aunque generalmente percibida como correcta, los críticos se preguntan unánimemente por las razones de su selección, pues la cinta no aporta nada nuevo a la ya muy trillada guerra de Irak. Tampoco la italiana La nostra vita, de Daniele Luchetti, ha despertado mucho interés.
El País, Carlos Boyero
Las armas secretas que no existieron
Fair Game
(…) Un thriller político con intenciones honradas y que en manos del desaparecido y añorado Sydney Pollack probablemente habría logrado un resultado notable (…). Sólo está desarrollado con corrección por el director Doug Liman, que dispone de la impagable ayuda de los excelentes Naomi Watts y Sean Penn transmitiendo credibilidad a sus angustiados personajes. Es un entretenimiento digno, pero no hace palpitar.
La nostra vita
Tampoco provoca entusiasmo aunque sí respeto la descripción neorrealista de lo ardua que está la supervivencia para los explotados inmigrantes que hace el director italiano Daniele Luchetti en La nostra vita (…). No hay pretensiones moralistas por parte del director. Sí un tono cercano al documentalismo para describir la inseguridad, el miedo y la desesperada resignación de los que tienen que buscarse la vida día a día en circunstancias lamentables. Todo intenta desprender sensación de realidad, pero esa premisa no garantiza hacer un cine memorable.
El Mundo, Luis Martínez
Los anti-malditos bastardos
(Doug Liman) utiliza el conflicto como el escaparate en el que enseñar otros conflictos distintos: la quiebra moral de un país entero por culpa de un mentiroso (y presidente) y la ruptura dentro de una familia a cuenta de, otra vez, la mentira. El resultado es un drama, entre la intriga y el frenesí, perfectamente correcto. Eso sí, a pesar de que todo está bien -desde el siempre efectivo Sean Penn a la todoterreno Naomi Watts pasando por un guión que va como un tiro- no hay razón para el entusiasmo. Todo suena repetido. Digamos que se trata de una efectiva secuela. ¿De qué? Eso es otra pregunta.
Abc, Oti R. Marchante
Gran duelo: Penn contra Bush
La narración de Doug Liman tiene el ritmo de Fred Astaire: en Irak, en Niger, en Washington, en la prensa canalla, en los despachos oscuros, en el hogar de esa pareja inusual que es, también, una familia ejemplar con dos niños camino del colegio… (…) Pero lo gracioso de esta película, que al tiempo es un punto esencial en el mejor y el peor cine americano, es que cuando crees que quieren demostrar una cosa, se traen otra muy distinta al primer plano: lo particular tapa a lo general; lo familiar e íntimo, a lo público y global (…) La guerra de Irak ya es un género en sí, casi como el western, y esta película, Fair Game, tiene la particularidad de que Sean Penn interpreta, sin dejar de ser él mismo, los papeles de Stewart y Wayne en su duelo contra la imagen de George Bush que es, en la pantalla de los noticiarios, como Liberty Valance en el saloon.
El Periódico, Nando Salvá
Cannes recibe con indiferencia dos nuevas películas sobre Irak
Route Irish
La nueva película de Ken Loach, Route Irish –se incorporó al concurso, aunque visto lo visto no habría hecho falta– dice acerca de Irak lo que dijeron antes otras películas (…). Como de costumbre en los guiones de Paul Laverty (…), no hace falta interpretar nada, porque todo está ahí, en esos diálogos tan expositivos y pesados como el tomo de la letra I, de Irak, de la Enciclopedia Británica, y que aun así no llegan a mancharse las manos hurgando. Sin embargo, si es considerada como un mero thriller Route Irish sale peor parada (…). El histerismo de teatro amateur de sus intérpretes, eso sí, sugiere todo lo contrario. Resulta casi cómico verlos dar vueltas alrededor de la evidencia fingiendo que no la ven.
Fair Game
El filme de Liman llegó a la cita de Cannes sin hacer ruido y no llegó a hacer casi ninguno, en parte porque a uno de sus protagonistas, Sean Penn, se le esperaba pero no vino, y a la otra, Naomi Watts, ya se la tiene un poco vista este año por aquí. Y porque, pese a que pocas cosas pueden decirse en su contra, pocas pueden decirse a su favor. No disgusta, no entusiasma.