El Festival de San Sebastián ha escogido para inaugurar su 60ª edición la película El fraude, un thriller cuyo único atractivo de antemano es contar con dos ex Premios Donosta: Richard Gere y Susan Sarandon. Pero en el debut en la dirección de Nicholas Jarecki hay algo más, un regreso. Mejor, un reencuentro. Y no es necesariamente feliz.
Richard Gere interpreta a un tiburón de los negocios en apuros. ¿Verdad que no es la primera vez? Se llama Robert Miller pero este cronista asegura que su nombre es Edward Lewis y que El fraude retoma el personaje de Pretty Woman 20 años más tarde. Aquel príncipe azul que vimos en Los Ángeles volvió a casa, con su mujer y sus hijos pequeños, a seguir comprando empresas y vendiéndolas por cachitos, levantando su imperio financiero dólar a dólar. Por supuesto, se subió a la ola de especulación que agitó la pasada década abriendo una compañía de inversiones con inmenso éxito.
Lo de Vivan Ward fue sólo una historia feliz que recordar en privado buscando quizá la dignificación de tantas otras infidelidades, con prostitutas como aquella unas veces, con jóvenes con ganas de medrar otras. La más reciente es una galerista francesa que se quiere comer Nueva York. Ella sabe que nuestro héroe (o antihéroe, según tengamos en cuenta o no las normas morales) jamás a abandonará a su mujer, pero aún así pelea hasta su último aliento.
Y, efectivamente, la ocasión de exhalar su último suspiro llega cuando en una escapada furtiva a la desesperada por atraparle, el coche da varias vueltas de campana y muere desangrada. Él sigue siendo el tipo encantador que conocemos, romántico pero únicamente enamorado del dinero, que carga sobre sus hombros la responsabilidad de una gran empresa. Vale más salvar la venta de su imperio que aguardar a policía con sus preguntas y sus acusaciones. Y más aún cuando la operación que negocia es una estafa con la que tapar un agujero multimillonario producido por una inversión desastrosa.
Porque El fraude no es sólo un thriller que aborda temas tan contemporáneos como la especulación, el enriquecimiento fácil o la cosificación de las personas –hasta de las más cercanas-. Como tal es sencillamente una película correcta. Jarecki se presenta como un director sólido cuya mayor virtud es haber atado un guión robusto y bien dialogado. Hay algo en su factura o quizá en su propio planteamiento que confieren un airea telefilm caro, pero aún así se ve con interés y empatía.
Pero es el reencuentro imaginario con Edward Lewis lo que puede dar otra dimensión a esta cinta. Si la elección de Richard Gere como protagonista no es casual, su relectura se convierte en pertinente. El joven Lewis se bajó de su caballo blanco, vivió una mentira con Vivian e hizo lo que tenía que hacer: partirle el corazón y seguir con su vida. Porque eso, al final, es la vida en el mundo de hoy: gente que sigue su camino, abandonando si es necesario el coche accidentado en medio de la carretera.