‘La vida y nada más’: crónica de un hundimiento nacional

El nombre de Antonio Méndez Esparza pilló un poco sorpresa cuando hace cinco años ganó el Premio de la Semana de la Crítica con su primera película, Aquí y allá. No habíamos vuelto a saber de él hasta ahora, cuando llega a la sección oficial de San Sebastián con su siguiente cinta, La vida y nada más, un largometraje tan áspero como arrollador sobre una familia negra en un suburbio estadounidense.

Es la segunda de los largometrajes en competición que aborda este tema -el anterior ha sido, con algo menos de pegada, Sollers Point- y también lo hemos vuelto a ver hoy mismo en la sección Perlas con The Florida Project. Antes de lo concreto, lo general: desde dentro de Estados Unidos cada vez llegan más señales de ahogamiento, de podredumbre, de callejón sin salida. Las tres películas tienen un mensaje común: esto es lo que hay y no tiene arreglo.

En el caso de La vida y nada más, Méndez Esparza retrata a un adolescente negro incapaz de encontrase a sí mismo y mucho menos su lugar en el mundo. Su madre lucha sin posibilidad de éxito por evitar que se despeñe mientras cuida de su hija menor, casi un bebé. Cómo un director español ha logrado captar con tanta verdad ese ambiente y esos personajes roza lo milagroso. También que sus actores, todos no profesionales, logren impactar tanto al espectador es uno de los méritos extraordinarios de la película.

Hemos visto muchas películas similares a La vida y nada más, tanto en lo formal como en el contenido, pero se ve con el mismo interés como si fuera la primera. Es un ejercicio de honestidad y moderación deslumbrante. Y descorazonador.

La raza y la desigualdad sobrevuelan los acontecimientos de la película. El único encuentro de esta familia con personas de mejor posición y de piel más clara es un batacazo a la esperanza. Las palabras que ese matrimonio, tan reconocible, dedica a los protagonistas de la película posiblemente sean algunas de las frases más tristes y lamentables que hayamos escuchado nunca. Y eso hace La vida y nada más necesaria, para recordarnos siquiera un momento que eso es lo que muchas personas reciben cada día.