Ayer, en la segunda jornada del Festival de Cannes, se proyectó en sección oficial pero fuera de concurso Wall Street: Money Never Sleeps, secuela de Oliver Stone sobre uno de los mayores éxitos de su carrera. A la crítica la cinta le ha dejado fría, cuando no defraudado abiertamente. Sobre la que no hay unanimidad es con El extraño caso de Angélica, de Manoel de Oliveira, cuya apreciación depende de la pasión ante la obra del centenario realizador.
El País, Carlos Boyero
Oliver Stone resucita inútilmente a Gekko
Wall Street: el dinero nunca duerme
Esta segunda entrega no posee la tensión, la energía y la fascinante maldad que chorreaba su antecesora. La sigues con cierto interés, pero ya no te impresionan las barbaries que forman la mecánica del gran dinero. También huele ligeramente a oportunismo, a que a Stone le viene muy bien retratar una temática como la de la infame crisis económica que crearon unos cuantos y que estamos padeciendo casi todos. Afortunadamente el personaje de Gekko mantiene durante bastante tiempo su lado tenebroso y su perversa capacidad para la manipulación, aunque Stone, temeroso de que el diablo perjudique a la taquilla, intenta hacerlo bueno con un desenlace imposible de creer, tontorrón y sensiblero.
The housemaid
(…) la película coreana The housemaid comienza de forma tan desesperada como termina. Es la única postura entendible y decente en una historia terrible sobre las relaciones de poder, la de una sirvienta a la que embaraza el aparentemente civilizado aunque íntimamente feudal dueño de la casa. El director Im Sangsoo resulta tan complejo como veraz describiendo la eterna lucha de clases, el machaque que ejerce el fuerte contra el débil si la protesta de este se atreve a amenazar su mundo.
El extraño caso de Angélica
Nada en ella es comprensible ni creíble, pero como pertenece al territorio de la lírica y del delirio, tampoco tiene necesidad de justificarse. La protagoniza Pilar López de Ayala (…), pero como tiene que hacer todo el rato de cadáver no podemos apreciar ni su vitalidad ni su talento. El extraño caso de Angélica me parece otro aburrido e insoportable disparate de alguien cuya presunta magia celebra toda la cinefilia sofisticada.
El Mundo, Luis Martínez
¿Oliver Stone? ¡Vendan, vendan!
Wall Street: el dinero nunca duerme
El problema no es el punto de partida. Puede parecer ingenuo porque, en efecto, lo es. Pero no hay motivo para estigmatizar la ingenuidad por mucho que se parezca a la estupidez. No son lo mismo. El problema, decíamos, es otro. Lo que no termina de encajar es la absoluta falta de ideas que preside la película de cabo a rabo (…). El proverbial y adrenalínico montaje de Stone -atropellado, radical y voraz- pronto se transforma en una reiterada colección de tics visuales empeñados en subrayarlo todo (…). El guión (…) apenas consigue que el asunto avance al lado de lo que importa: los esfuerzos por redimirse de Gekko. Cierto es que cada aparición de Douglas impresiona. Cada vez más cerca de su padre, a un paso del mito. Impresiona y gusta impresionarse con su presencia. Pero no es suficiente.
Abc, Oti R. Marchante
Oliver y Oliveira, las aceitunas del cóctel
Wall Street: el dinero nunca duerme
En fin, cuando Oliver Stone se agota de leernos su editorial sobre el mundo, el dinero, el poder y los globos sonda, le busca una salida falsa a su Wall Street diabólico. Pero, no interesan tanto los tejemanejes argumentales y discursivos de Stone, que ya los sabe todo el mundo, como que aparece aquí, en todo su esplendor y para convertirse en lo mejor de la ciudad, la actriz Carey Mulligan, la Audrey de Una educación que es aquí el bollo del desayuno y que se zampa con naturalidad asombrosa todas y cada una de las escenas que comparte con el pelmazo de su padre (Douglas) y el aspirante a pelmazo de su novio (Shia LaBeouf).
El extraño caso de Angélica
Ya sabemos que el texto no es siempre lo importante, pero para la próxima debería garantizarse la gran y hermosa actriz algo que memorizar en los ensayos. El plano fijo, largo, exprimidor…, el texto adornado, paladeado, discursivo, digresión pura…, el ritmo tenue, pensativo… El cine de Oliveira es así, a veces tiene algo más de gracia o chispa, y a veces menos, pero su público, también centenario como él, es tan inalterable al respecto como su propio estilo. Y si alguien pensaba que no iba a filmar una escena con Luis Miguel Cintra, una mesa y una inagotable conversación sobre el mar y los peces en una tarde lluviosa, pues es que no confía en la eternidad de Oliveira.
The housemaid
La película más sorprendente, por no decir mejor, que queda feo, fue otra de la que apenas hablaremos, la coreana The housmaid, de Im Sang-soo, una habilísima puesta en escena y con unos personajes magníficos, tremendos, casi de obra de Ibsen. Una chica de servicio, un ama de llaves con el moño allá arriba, un señor al que le gusta el vino y el cha-cha-cha, casado con una mujer embarazada de gemelos. El clima de esa casa hipermoderna y lujosa es como el de Manderley pero en turbio, turbio. Y la pericia de Im Sang-soo consigue que nunca sepas si estás en una comedia, en un drama, en un thriller, en un romántico o en un fantástico. Y no exageraré si digo que al final te deja la sensación de que estabas en todo ello.
El Periódico, Nando Salvá
Oliver Stone defrauda con la nueva entrega de ‘Wall Street’ en Cannes
Wall Street: el dinero nunca duerme
Donde debiera haber ideas, solo se detecta pesada simbología. Así, una copia del cuadro Saturno devorando a sus hijos, de Goya, es reflejo de las traiciones paternofiliales y unos niños jugando con pompas de jabón funciona como metáfora de la burbuja a punto de estallar. Más imperdonable es contemplar cómo Stone convierte a Gekko, hasta hoy uno de los villanos más atractivos del cine moderno, en un ser humano dañado e imperfecto pero, en última instancia, de buen corazón, y casi como una víctima más del sistema.