Que levante la mano el adulto que fuese niño entre finales de los 80 y principios de los 90 que no tenga alguna anécdota relacionada con el lanzamiento en VHS de la mayoría de los clásicos de Disney. Cada vez que se acercaba la Navidad la distribuidora Buena Vista tiraba la casa por la ventana y hacía que aquellos tiernos infantes que una vez fuimos soñasen con adquirir esas ediciones de sus clásicos que se anunciaban con la frase «Por tiempo limitado» , copaban la publicidad televisiva y compraban en secreto, y fuera de otras crueles miradas infantiles, muchos compañeros de clase poco dispuestos a reconocer que les gustaba Disney. En una época en la que todo está al alcance de un click y YouTube nos ofrece fragmentos hasta de la obra audiovisual más recóndita que se nos pueda ocurrir, es difícil entender este tipo de emociones ante la compra de un vídeo, pero existieron hace relativamente poco tiempo. Como también existió, por alucinante que parezca, una resistencia de la ‘vieja guardia’ del estudio a la hora de relanzar sus viejos clásicos en formato doméstico.
La decisión de emitir en Disney Channel películas como Alicia en el país de las maravillas (1951) o Dumbo (1941) no tuvo precedentes. Los ejecutivos de la compañía pensaban que la televisión era una especie de degradación de los clásicos que habían hecho grande a la compañía. La pequeña pantalla no era lugar para cintas que habían costado sudor y sangre a sus animadores. En el caso de Alicia, las razones para ‘permitir’ la humillación de ser mostrada en la tele fueron su enorme fracaso de taquilla; en el Dumbo, la infravaloración de una cinta que costó poco dinero y siempre se consideró, de forma injusta, una película menor en comparación con otras coetáneas como Bambi, realizadas con mayores pretensiones.
Sin embargo, la verdadera discusión de los jefes del estudio fue la de darles a las viejas películas una nueva vida a través del VHS. Los ejecutivos que ya pintaban canas creían que el formato doméstico minaría la capacidad de éxito de unos clásicos que volvían a la gran pantalla cada década y eran celebrados como si fuesen nuevos estrenos. Así que, el primer lanzamiento de una película Disney en vídeo fue el de Robin Hood (1973) en el 84, una cinta que no era, precisamente, uno de los grandes logros de la compañía. El debate de los gerifaltes creció cuando Pinocho (1940), la eternamente catalogada como «el Ciudadano Kane de los dibujos», volvió a los cines norteamericanos en ese mismo año, cosechando nada menos que 26 millones de dólares de beneficio (una auténtica barbaridad para una película rodada en los años 40). Michael Eisner, el ejecutivo que acabaría siendo responsable del renacer de la compañía, insistió en lanzar la película en VHS en 1985.
Para convencer a su equipo, hizo que los vídeos de Pinocho apareciesen de forma limitada, con pocas copias y con un desorbitado precio de venta: 79 dólares. El objetivo era que los espectadores alquilasen la película en vez de comprarla. El problema vino cuando ni siquiera los videoclubs estaban dispuestos a pagar esa cantidad por una copia. La Disney se «bajó del burro» y, finalmente, una promoción navideña realizada ese mismo año hizo que la película bajase de precio y que se convirtiese en un enorme éxito de ventas. Poco a poco, el catálogo de Disney fue viendo la luz en formato doméstico y, con los años, llegarían Dumbo (1941), Merlín el encantador (1963), Alicia en el país de las maravillas (1951) o La Bella Durmiente (1959).
Inlcuso clásicos que los ejecutivos consideraban «intocables», como La Cenicienta (1950) o Bambi (1942) acabaron apareciendo en vídeo en 1988 y 1989 respectivamente. El éxito fue tal que el propio Eisner consideró que la táctica no debía ser guardar las películas como si fuesen el Santo Grial, sino rodar más y mejores para que el catálogo de clásicos fuese en aumento. Ese fue el pensamiento que impulsó la creación de La Sirenita (1989) y por tanto, ese ‘Renacimiento’ de la compañía que propició clásicos modernos como La Bella y la Bestia (1991), Aladdin (1992) y la hipertaquillera El Rey León (1994).
Sin embargo, la resistencia de la vieja guardia todavía existía a principios de los 90. La mejor prueba de ello es que Roy Disney, sobrino de Walt, aseguró a la prensa que Blancanieves y los siete enanitos (1937), la primera película del estudio, la piedra fundacional de la mitología Disney, «jamás» aparecería en vídeo. Sin embargo, una reposición cinematográfica en el 92, una meticulosa restauración del negativo original y el éxito desorbitado de La Bella y la Bestia o Aladdin en VHS convencieron a los más reacios, aquellos que consideraban que estas películas «se hicieron para verlas en el cine». En nuestro país, uno de los primeros en lanzarla, Blancanieves llegó a los videoclubs y centros comerciales un 5 de octubre de 1994. El éxito fue tal que sólo en España se vendieron 1.300.000 unidades. La prueba de que la aparición del primer largometraje animado en vídeo era un acontecimiento la dio la revista Fotogramas dedicándole su portada a la cinta de Disney en octubre del 94.
Desde entonces, los consumidores de los clásicos de Disney en vídeo vieron y escucharon promociones tan hiperbólicas que rozaban el absurdo. «Disponible por última vez en este siglo», decía la frase publicitaria del relanzamiento de Pinocho a mediados de los 90. Años después, con el DVD y el Blu-Ray bien consolidados, Disney continúa con su política de lanzar sus películas cada cierto tiempo, pero las cosas han cambiado. Los niños de hoy han podido ver incluso la ‘intocable’ Blancanieves en televisión, ya que se estrenó en Disney Channel, 77 años después de su estreno, en diciembre del año pasado. YouTube les ofrece una gran totalidad de escenas de las cintas del viejo Walt y es un hecho que lograr ver cualquier película a través de la red es bastante fácil. Cosas de nuestro siglo que hacen que nos parezca increíble que, hasta hace muy poco, ver ciertas películas en cualquier otra pantalla que no fuese la grande, fuese un verdadero acontecimiento .