El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares

Burton se encuentra a sí mismo en el hogar de Miss Peregrine

Resulta complicado saber cuál fue la última película de Tim Burton a la que se le pudo llamar ‘película de Tim Burton’ con todas las letras y en base a la calidad de cuentacuentos con la que se destacó su cine en sus primeros compases. Más aún si se deja fuera de esta búsqueda Frankenweenie, que, después de todo, era la ampliación en stop motion de una historia que ya había contado años atrás en acción real. Cuesta recordar cuál fue su último buen cuento. ¿Quizás La novia cadáver? ¿Fue esa su última mejor película?

Desde entonces han pasado más de diez años, once concretamente. Más de una década en la que ha estrenado, sin demasiada fortuna ni buenas críticas, en cinco ocasiones como director. Y entonces llegó la sexta, cuando la esperanza hacía tiempo que se había perdido. Este viernes se estrena en España El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares y con ella vuelve el Burton que gusta, el que se cuenta una y otra vez la misma historia del outsider, del marginado que no encuentra su lugar y en la que el mito de Frankenstein siempre está presente. Su historia, en definitiva.

Basada en los libros de Ransom Riggs, El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares tiene los ingredientes básicos y necesarios para que Burton convierta una historia ajena en propia. Lo principal es un personaje marginado, fuera del sistema, sin amigos, aislado por su propia rareza y con una familia disfuncional. Y si vive en una de esas urbanizaciones impersonales de las afueras que tanto le recuerdan a su infancia en Burbank, mejor que mejor. En la película el protagonista se llama Jake y está interpretado por un crecido Assa Butterfield, quien no deja de sorprender en cada película desde que se dio a conocer con El niño del pijama de rayas en 2008.

El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares

Su capacidad para transmitir al espectador un torrente de emociones con sólo una mirada o un gesto es sólo una pequeña muestra de su talento. Él sostiene el peso de toda la película. Él es la película. Acompañado y arropado, eso sí, por una impecable Eva Green en el papel de la Miss Peregrine, un personaje que es algo así como un cruce entre el Profesor X y Minerva McGonagall con la capacidad de manejar el tiempo. Del primero toma la pasión por la educación y protección de los niños que son diferentes dándoles un hogar. De la segunda, su habilidad para convertirse en animal.

Y, como enemigo de Jake, Peregrine y los extraños niños que habitan en ese bucle temporal creado el 3 de septiembre de 1943 en Gales, el terrible Barron. El villano es la tercera pata de esta película. Como villano de Tim Burton que es se le dibuja caricaturesco, exagerado y pasado de rosca en muchas ocasiones. Todo de forma intencionada y casi medida, podría decirse, por un Samuel L. Jackson que se convierte en un malo que habla demasiado, que se pasa de listo y que todo el mundo sabe que acabará recibiendo su merecido. Porque así son los cuentos infantiles.

Jake es un chico solitario, distinto, que no encuentra su lugar en el mundo con un abuelo que le cuenta batallas de monstruos entre el bien y el mal y al que todos tachan de loco. Un día muere y su nieto, convencido de que no ha sido como la policía dice, decide seguir sus pasos y pistas y ver hasta dónde le conducen. Así es como llega al hogar de Miss Peregrine para convertirse en el héroe que todos esperan que sea y que él no sabe que puede llegar a ser. El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares es una historia de aventuras, de superación, de fantasía y de búsqueda de la identidad propia entretenida, sin aspiraciones más allá que la de contar un cuento para niños en el que Jake se encuentra a sí mismo y a su primer amor.

Todos estos ingredientes son señas de identidad que se repiten una y otra vez en el universo burtoniano. En El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares hay un poco de ese amor tierno de Eduardo Manostijeras, de esa aventura de Bitelchús y Big Fish, de esa relación padre e hijo defectuosa de Charlie y la fábrica de chocolate y tantas otras, de ese niño que muchos fuimos en algún momento de Frankenweenie… y, como se apuntaba unos párrafos atrás, de ese mito de Frankenstein que le persigue y del que siempre ha estado impregnado su cine. Aquí, en la figura de uno de los niños que tiene en un laboratorio en el que da vida a pequeños autómatas como si de un Frankenstein adolescente se tratase.

El la última de Tim Burton no falta ni uno de sus lugares comunes, de sus temáticas recurrentes. Por no faltar no falta ni esa iconografía tan de esqueletos. La batalla en la feria es puro Burton. Parece que se ha encontrado a sí mismo de nuevo tras muchos tropiezos. Esperemos que no vuelva a perderse y siga en la senda del cuentacuentos que creo su propio universo.

Fotos: Fox