Cómo el amor puede estropear una buena idea de ciencia ficción

Bajo este título tan a priori escandaloso se parapeta una opinión forjada a costa de dos estrenos recientes esperados con gran expectación y que resultaron insatisfactorios merced a una historia de amor tan insípida como manida. Un amor entre dos mundos y Oblivion tienen la culpa de esta reflexión sobre cómo el amor puede estropear una buena idea para una película de ciencia ficción. Vaya por delante que no es lo habitual.

La premisa de Un amor entre dos mundos (Upside Down en el original) es la de dos mundos que conviven el uno encima del otro y boca abajo dependiendo de en cual de los dos se esté. Para que se entienda, como si la escena de Origen en la que París se dobla y la gente no se cae se convirtiese en una película por sí misma. Dos mundos, uno encima del otro, cada uno con su propia gravedad y con un enorme tubo/ascensor que les conecta. Los teóricamente habitantes del mundo superior son los ricos, que extraen la energía del inferior, donde sus habitantes son pobres.

Escrita y dirigida por Juan Solanas, Un amor entre dos mundos tiene un planteamiento tan complejo como curioso. Ver la película puede llegar a resultar incómodo si no se entra en ella por aquello de que la mitad del metraje está del revés y dan ganas de girar la cabeza para poder seguir mejor a los personajes. Planteamiento a un lado, existen otros puntos interesantes como la idea de que si un habitante de un mundo se introduce en el otro solo tiene un margen de tiempo antes de arder. O que los materiales del mundo superior sirvan a los del inferior como combustible basándose en la misma premisa.

Entonces entra en juego la historia de amor que promete el título en castellano y que en el original se ahorraron. Los protagonistas son Adam (Jim Sturgess) y Eden (Kristen Dunst). Sí, los nombres son muy del origen de la creación y están cargados de significado. Pero lo que pretende ser una historia original con una ambientación llamativa se desinfla por la nula química existente entre los protagonistas y por dos giros argumentales que parecen sacados de un culebrón de las cuatro de la tarde. Solo desvelaremos uno, ya que el otro es el final de la historia y tampoco es cuestión de destripársela a quienes no la hayan visto y se atrevan con ella.

Adam y Eden se conocen de niños cuando ambos pasean por los puntos más altos de sus respectivos mundos. Van creciendo. Se enamoran. Les cazan rompiendo las reglas y en la huida ella sufre un accidente. Durante años él piensa que ha muerto, pero un día la descubre en televisión y desafía a las leyes de la gravedad y el orden establecido para recuperarla. Lástima que cuando consigue acceder a ella de nuevo descubre que el golpe en la cabeza no la mató, pero la dejó amnésica.

Le toca el turno a Oblivion, de la que es complicado hablar sin desvelar nada demasiado relevante que estropee el descubrimiento por uno mismo de sus atractivos. Lo mejor de Oblivion es toda la parafernalia de ciencia ficción que la rodea y algunos de los giros de guión. La Tierra devastada y colonizada por unos alienígenas que la han expoliado. Esa línea que separa la zona contaminada de la segura y esas naves y vehículos de última generación. Toda la ambientación resulta tan impecable como atractiva.

El problema está, como en Un amor entre dos mundos, en el punto sentimental que se le da a la historia. Aunque en esta no es tan clamorosamente fallido como en la comentada en los párrafos anteriores. Tom Cruise hace de Tom Cruise, un héroe que va contra las normas cuando lo cree justo. El resto del reparto está ahí como atrezzo y darle la réplica. Sobre todo las dos mujeres (Olga Kurylenko y Andrea Riseborough) que se pelean por su atención en un triángulo tan previsible como descafeinado.

Oblivion acaba dejando cierto regustillo agridulce por aquello de que podría haber sido redonda de haber trabajado un poco más en el guión la parte de la historia de amor. En el caso de Un amor entre dos mundos el sabor es amargo sin matices. Por suerte, para eliminarlo siempre se puede recurrir a la reciente Destino oculto. Una historia de amor enmarcada en una película de ciencia ficción con base en un relato de Philip K. Dick que demuestra que lo que se decía al principio de este post es cierto.