Frequency

‘Frequency’, de 100 a 0 en dos capítulos

Frequency era una de esas series que cuando empezó a saberse de su existencia la mayoría se preguntó ¿por qué? ¿Es necesario? En serio, ¿otra serie basada en una película? Y no les faltaba razón a quienes pensaban así. En plena oleada de ficciones basadas en una película (Arma Letal, Fargo, 12 monos, Snatch…) Frequency parecía casi el patito feo de todas. Porque la película, aunque entretenida en su momento y con un punto de partida interesante, no marcó un hito como quizá hayan hecho otras que han servido de base para una serie. Quizá precisamente por eso, por las bajas expectativas, es por lo que la adaptación creada por Jeremy Carver se convirtió de pronto en una de las sorpresas de la temporada.

Nota: Este texto contiene spoilers.

Emitida por The CW -en España puede verse a través de HBO-, Frequency toma prestada la premisa expuesta en la película de Gregory Hoblit y se salta el paso de la explicación. En el cine se contaba que la razón por la que un hijo (Jim Caviezel) puede comunicarse con su padre (Dennis Quaid) en el pasado, 30 años atrás, concretamente, tenía que ver con una aurora boreal. En la serie eso se lo ahorran. Da igual el cómo, lo que les interesa es el porqué y sus consecuencias. De lo contrario, de haberse metido en el berenjenal de la aurora boreal, la comunicación debería habérseles cortado un par de capítulos después de empezar. Lo que durase el fenómeno.

El resto de la idea inicial se mantiene. Peyton List (The Tomorrow People y Mad Men) es Raimy Sullivan, una agente de policía treintañera que acaba de prometerse. Dos días antes del 30 aniversario de la muerte de su padre contacta a través de su vieja radio con un tipo llamado Frank Sullivan (Riley Smith) que resulta ser, precisamente, su padre tres décadas antes, en 1996. Con la conexión hecha, ella decide salvarle la vida y avisarle de que va a morir en el puerto dos noches después. Frank, agente también, se libra, pero su milagro ha cambiado algo en la línea temporal. Su mujer y madre de Raimy, Julie (Devin Kelley), se convierte en una víctima más del Nightingale, un asesino en serie que mata enfermeras. Aunque ese no es el único cambio que sufre la vida de Raimy tras salvar a su otrora repudiado padre.

Frequency se convierte desde el primer episodio en una serie de policías muy solvente, ágil, adictiva y entretenida en la que, además, exploran el efecto mariposa con acierto. Cada vez que intentan arreglar lo que fuera que hiciesen padre e hija para salvarle a él, la situación empeora y otros (o incluso ellos mismos, más bien ella) sufren las consecuencias. Ambos se obsesionan con dar caza al Nightingale y salvarle la vida a Julie. Y ambos conforman una singular pareja de policías que trabajan juntos para resolver un caso que cada vez se complica más. Frank se convierte en algo así como el brazo ejecutor de las órdenes de su hija, que juega con ventaja al poder buscar pistas en el fichero policial del presente e Internet.

Frequency

Uno de los puntos más interesantes de la serie de The CW es el hecho de que los cambios en el pasado se comprueban casi inmediatamente en el presente y que la protagonista recuerda ambas líneas temporales con el consecuente jaleo mental que eso implica. Y Frequency marcha bien. Se ve bien, entretiene, resulta interesante, los actores convincentes y explora sin ponerse demasiado trascendental hasta dónde están dispuestos a llegar sus protagonistas con tal de arreglar lo que rompieron. Todo marcha hasta el final del penúltimo capítulo.

Justo en ese momento se oye ese chasquido que indica que el motor que lo movía ha fallado y que acaba de frenarse en seco. Porque una de las dudas que se planteaba desde el inicio era cómo iban a conseguir hacer una serie de una película como esta. De Fargo quedó lo que quedó e hicieron lo que hicieron. En 12 monos se adentraron en ese universo desquiciado de Terry Gilliam expandiéndolo de forma magistral. En Arma letal, simplemente, usaron los personajes, algunos detalles y conservaron el espíritu. El problema de Frequency es que en el fondo no dejaba de ser la resolución de un caso. Tarde o temprano tenían que dar caza al asesino y entonces ¿qué harían?

La respuesta llegó en el capítulo 12, Harmonic. El Nightingle está al fin entre rejas en el pasado. Cuando, ¡Oh, sorpresa! Resulta que ese cura tan malo, maltratador y ultraconservador no era el villano que nos habían hecho creer. Ni su hijastro la víctima que todos habíamos visto en él. Y ahí, en esa escena del chaval en su apartamento, en ese preciso momento, la euforia se fue al traste. Ese giro de guión hizo que Frequency pasase de 100 a 0 en dos capítulos, que el interés se diluyese y que el último capítulo de la temporada y de la serie (no ha sido renovada) perdiese cualquier tipo de interés. Cambiar al asesino de un exdetective a un pastor fue algo inteligente. Lo de que el verdadero asesino en serie fuese su hijastro traumatizado tras ver cómo su padrastro mataba a su madre, no tanto. Suena más a estirar el chicle que a otra cosa.