Todos quieren ser el Caballero Oscuro, incluso Lobezno

Todos quieren ser El Caballero Oscuro, pero ni pueden ni deben. Que El Hombre de Acero tenga cierto aire a la segunda entrega de la trilogía sobre Batman de Christopher Nolan tiene sentido –el director estuvo involucrado en el proyecto– y el resultado ha sido positivo dándole otro aire más adulto a un héroe, el primero, demasiado insulso en muchas ocasiones. Pero que a Zack Snyder le haya salido bien –incluso que a Sam Mendes le saliese bien con la última de James Bond– no quiere decir que la fórmula vaya a funcionar siempre. Es como el 3D. Hay historias que necesitan de las tres dimensiones y otras en las que esa dimensión extra no aporta nada.

Y, ese, precisamente, parece ser el principal problema de Lobezno Inmortal. Mark Bomback y Scott Frank se basaron en la novela gráfica de Frank Miller y Chris Claremont, Honor. Pero lo que para los aficionados a las viñetas es uno de los títulos más interesantes con Lobezno como protagonista se ha convertido en una película cuyo resultado no solo no está a la altura de las expectativas, sino que queda por debajo, incluso, de su predecesora.

Para empezar, Lobezno inmortal no es una continuación de la historia que se contó en el primer spin-off, sino que se trata de la continuación de la trama narrada en la anterior trilogía mutante. Aunque esto sea lo de menos, la de James Mangold retoma los hechos donde los dejó la de Brett Ratner. Lobezno Inmortal arranca con un Logan que salva a un soldado japonés de morir en el ataque a Nagasaki. Años después, aislado del mundo y viviendo como un ermitaño en medio del monte, es reclamado por una joven japonesa que le pide que le acompañe a Tokio para despedirse de aquel hombre.

lobezno

Logan accede, con la condición de que estará un día y volverá a la vida de aislamiento a la que se entregó tras la trágica muerte de su adorada Jean Grey. Pero, obviamente, lo que era un viaje de 24 horas se convierte en una larga estancia en la que se me envuelto en una lucha familiar que parece sacada de un drama propio de las tres y media. Todo esto mientras en su interior se desarrolla una cruenta guerra entre sus dos ‘yo’. Por un lado quiere dejar de ser mutante y, por otro, no puede evitar necesitar su poder para ayudar a otros.

El Lobezno socarrón, fanfarrón, cascarrabias y carismático se convierte en un amargado que pena por la vida con una lucha existencial que resulta tediosa de ver. Logan pasa de ser el mutante con más carisma a una especie de réplica adulta y masculina de Pícara. Recordemos que la pequeña mutante casi mata a un ligue solo por darle un beso. Logan, en su caso, mató a la mujer de la que estaba enamorado por el bien de la Humanidad. Algo que no logra superar.

Falla la historia, el tono y el reparto. Podría salvarse a Hugh Jackman, que no tiene la culpa de que hayan apagado la chispa que siempre caracterizó a Lobezno para convertirlo en un héroe torturado de una profunda vida interior. O quizá sí, porque en esta Jackman participa como productor. En cuanto al resto, nadie se salva. Empezando por la nueva chica de Logan, Mariko, y terminando por la villana, Víbora. La primera está interpretada por una modelo reconvertida en actriz que debuta con este papel, Tao Okamoto. La chica es tan, tan, tan dulce y tan, tan, tan inocente que empalaga. Y la mala de la historia, a la que da vida Svetlana Khodchenkova, tiene tan poco carisma que es inevitable echar de menos a Mística, por ejemplo.

Por no cuajar, no han cuajado ni las peleas, que hay muchas. Lobezno se pasa gran parte de la película luchando contra samuráis y miembros de la yakuza, pero lo que a priori debería ser una batalla interesante (garras contra sables) acaba siendo aburrido por el abuso que se hace del recurso y la larga duración de cada asalto. Lo que no defrauda de Lobezno inmortal es el bonus tras los créditos, selló de las películas de Marvel.