Ocho ‘verdades’ que oso discutir sobre el cine español

En respuesta al post Ocho verdades sobre el cine español que ni Montoro osará discutir en el blog Zoomcrash que Carlos Salas escribe en Lainformacion.com

Querido Carlos,

Durante el tiempo en que tuve el placer de trabajar contigo y en esa misma cabecera como responsable de la sección Cultura y Televisión, tuve ocasión de contradecir algunos lugares comunes sobre el cine español. Con tu permiso, y dado que tu texto desafía a la refutación, voy a hacerlo una vez más, siguiendo tus mismos puntos.

1) Las razones por las que el público se aleja de las salas son muchas. Una parte se debe al auge de las descargas piratas (los visionados con licencia tienen todavía una incidencia mínima) y al incremento en el precio de las entradas así como a la reducción en la capacidad de consumo de las familias españolas, tan castigadas por la crisis. El gráfico, eso sí, se detiene en 2011, antes de que entrara en vigor la subida brutal del IVA del 8% al 21%. Como sabes, fue la mayor subida impositiva del mundo, según KPMG, y está diezmando el parque de salas de cine en todo el país.

2) Rentabilizar una superproducción es muy difícil por una razón de perogrullo: recuperar una inversión de un millón de euros requiere vender muchas menos entradas que para rentabilizar otra de 30 millones. En cualquier caso, que el cine español dedica menos dinero al marketing que la maquinaria de Hollywood es cierto, pero también lo es que los recursos que requiere el cine nacional son menores: en España el presupuesto medio de una película es de un millón y medio de euros (datos de 2012), mientras que en Hollywood es inconcebible rodar una cinta con ese dinero. Por cierto, que Lo imposible tuviera semejante campaña de marketing en España se debe  no a que tuviera una parte generosa del presupuesto reservada a tal fin, sino a que era una producción de un grupo de televisión -Mediaset- que se volcó en la promoción de la cinta a coste cero. Lo que el propio Paolo Vasile llama «el campañón».

3) No sé muy bien a qué te refieres con que las películas españolas «no saben emplear el lenguaje universal de contar una historia» pero me temo que no tienes razón en cuanto a la exportación del cine español: el año pasado recaudó fuera de nuestras fronteras 150,5 millones de euros, lo que supone un un 36,8% más que en el mercado nacional (110 millones).

4) La violencia y el sexo complican la exhibición de cualquier película en un avión, un tren o cualquier otro recinto con público cautivo. Y eso aplica al cine español o de cualquier otra nacionalidad. Comprendo que una aerolínea se lo piense dos veces antes de proyectar Balada triste de trompeta pero también, por poner un ejemplo, Malditos bastardos. Por cierto, que Álex de la Iglesia ganó con esa película dos grandes premios en la Mostra de Venecia: mejor director y mejor guión. Que las películas sean aptas para proyectarse en un avión no creo que deba ser un criterio a considerar por un cineasta que, como artista que es, desea contar una historia concreta.

5) El perfil de los productores españoles me parece difícil de calibrar. Lo mismo que el perfil de los fabricantes de muebles o el de los constructores de barcos. Estoy seguro de que ha habido, hay y habrá productores cinematográficos que hagan cine para ganar dinero, igual que hay inversores que apuestan por la fabricación de paneles solares por una oportunidad de negocio y no por su compromiso con las energías renovables. Y convendrás conmigo en que no hay nada reprobable en eso. En cualquier caso, como de esto no hay datos ni creo que se puedan recabar, sí te traslado mi percepción de que a la mayoría de los productores les gusta el cine y sienten un mínimo compromiso con él.

Es la única explicación a su perseverancia, porque si alguien pretende vivir del tan vilipendiado sistema de ayudas al cine va listo: la parte más importante del dinero público se reparte en función de lo recaudado en taquilla tras aplicar un coeficiente que corrige la cantidad final de manera que la cinta que ha vendido más entradas no se lleve todo el dinero del fondo. Pero además ese dinero el Estado lo paga dos años de retraso respecto al estreno de la cinta. Eso si hay fondos, porque en los Presupuestos Generales del Estado para 2014, donde debería recogerse el dinero que se adeuda a las películas estrenadas en 2012, figuran 33,7 millones. Se deben 61 millones. Pero no quiero pasar al siguiente punto sin aclarar algo que se escucha más de una vez: eso de pagar una película por completo con ayudas públicas no existe. 

6) La politización del cine es caso aparte. Comprendo el enfado del Gobierno de Aznar, el más generoso de la historia con el sector audiovisual, cuando la gala de los Goya de 2003 se convirtió en una protesta espontánea contra la Guerra de Irak. Aprovecho para aclarar dos cosas, que se suelen manipular cuando se menciona este tema. La primera es que fue un acto espontáneo. Lo sé porque fui testigo: estuve trabajando en aquellos Goya (como voluntario, sin cobrar, no se me tache de estómago agradecido) y vi en primera persona cómo ocurrió: un grupo de activistas repartían las escarapelas con el lema «No a la guerra» en la puerta del Palacio de Congresos, igual que habían hecho en otros actos y lugares antes y después. Los asistentes a la ceremonia las recogieron y, sin que hubiera una coordinación previa, se las colocaron en las solapas y se fueron sumando en los discursos de agradecimiento al mensaje pacifista. Y fue algo natural para aquel momento porque -y esta es la segunda precisión importante que hay que hacer-, el 90% de los españoles estaba en contra de la decisión unilateral de aquel Gobierno que enroló al país en una invasión justificada con las inexistentes armas de destrucción masiva y contraria a las resoluciones de Naciones Unidas.

Es cierto que en la gala del pasado febrero hubo críticas a los recortes del Gobierno, pero fueron aisladas. La ceremonia estuvo muy lejos de ser un acto contra el PP como muchos han querido dibujarlo. Es normal que los cineastas quieran defenderse del acoso del Gobierno, que se concreta no sólo en los recortes presupuestarios que mencionaba en el punto anterior sino, sobre todo, con el bloqueo a los incentivos fiscales. Desde que Rajoy formó Gobierno, el sector audiovisual se ha mostrado dispuesto a asumir la reducción del ya de por sí pequeño monto de las ayudas directas, siempre que a cambio se ampliara la desgravación fiscal que permita atraer inversión privada. No es una ocurrencia, es el sistema que funciona con éxito en todas las grandes cinematografías del mundo, desde California (Hollywood) a Francia (donde, además, hay grandes ayudas directas). Pero el dinero destinado a ayudas va rumbo a desaparecer mientras la desgravación fiscal está enredada en una negociación con el Ministerio de Hacienda desde hace dos años.

7) El número de películas está bajando lentamente, pero no es una mala noticia. En la década anterior se producían demasiadas películas -valoración que no hago yo, sino FAPAE, la patronal del sector-. Igual que se hacían demasiadas carreteras, demasiados aeropuertos o demasiados pisos.

8) Es normal que no haya películas de los últimos 13 años en las listas de las mejores de la historia del cine español. Ocurre en el cine nacional, y en cualquier otra cinematografía. En ninguna lista de las mejores películas de Hollywood encontrarás títulos recientes. La ascensión al Olimpo lleva tiempo y requiere perspectiva histórica. Es más, sinceramente creo que una película de los últimos 10 años no debe figurar en un lista de las mejores cintas de todos los tiempos porque no podemos calibrar su relevancia histórica, su influencia, ni su prevalencia a modas y formas coyunturales.

 

Nada más, Carlos. Espero que te haya interesado mi comentario y, pese a su extensión, lo hayas leído con la misma atención con la que me escuchabas en la redacción. Ojalá algún día ese sector de la población al que va dirigido tu post, que juzga el cine español sin verlo, en base a lugares comunes, cambie de opinión.

Me resulta inconcebible que un miembro del Gobierno diga en sede parlamentaria «los zapatos españoles son malos», «el aceite de oliva engorda» o «las playas españolas están sucias». Sería una debacle para esos importantes sectores de la industria nacional. ¿Entonces por qué sí puede decir que el cine español tiene un problema de calidad?  El sector audiovisual también es riqueza para el país, riqueza económica y riqueza cultural. Es inversión y es empleo, que tanta falta hace. Y en estos tiempos que tan preocupados estamos con la imagen exterior de España, una cinematografía sólida es un arma indiscutible. Pero no hay solidez con un Gobierno que torpedea con declaraciones, con recortes y con bloqueo. Es, en fin, una irresponsabilidad.

Un abrazo,

Fernando